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Vacaciones interrumpidas o libros en la playa son las postales más temidas por los padres y los chicos que rendirán en febrero

Hacía años que Claudia Muñoz no disfrutaba de unas vacaciones sin interrupciones ni preocupaciones. El almanaque marca los últimos días de enero y ella, junto con su familia, sigue firme en las playas de Pinamar. "Desde que Martina empezó el secundario se llevó varias materias siempre, todos los años, a diciembre y febrero -cuenta-. Ahora pasó a tercer año sin ninguna por rendir y es una sensación nueva, un alivio, porque nos teníamos que volver como mucho el 15 de enero para que ella empezara a estudiar para los exámenes que se le venían encima", confiesa, entre feliz y aliviada, esta arquitecta de 46 años.

Claro que para llegar al objetivo de "materias cero en febrero", Claudia tuvo una charla muy seria con su hija y un seguimiento estricto durante el año que incluyó apoyo escolar semanal: "Le dije que la situación no se podía repetir porque estaba interfiriendo con el descanso de todos (tiene dos hermanos más pequeños, de 11 y 9) y el propio, sumado al estrés que implica tener que rendir las materias. Le puse un profesor una vez por semana que la ayudara a ordenarse y a estudiar, y por suerte resultó. Este año se llevó sólo matemática a diciembre y la rindió bien".

El padecimiento que relata Claudia es el mismo de aproximadamente un millón de familias que por estos días están pendientes de libros, resúmenes y apuntes, además de estar buscando desesperadamente profesores particulares que apuntalen el estudio de sus hijos adolescentes. Según datos oficiales, el 30% de los estudiantes secundarios argentinos -lo que equivale en términos numéricos a un millón de ellos- se lleva materias a febrero. Son las que quedaron colgadas de diciembre, instancia en que dos millones de jóvenes se enfrentan al estrés de tener que rendir bien para "zafar" de pasar sus vacaciones estudiando.

"Los padres se enojan mucho cuando ven que sus hijos tienen materias por rendir en febrero porque sí o sí implica sacrificar período de vacaciones. Algunos acompañan y se resignan, y otros le tiran toda la responsabilidad al hijo. La realidad es que tener que estudiar en el verano genera mucho estrés familiar y la necesidad de trabajar en equipo", dice Silvia Diuan, responsable del Centro Integral de Profesores, que por estas horas prepara contrarreloj a decenas de jóvenes para tratar de que aprueben de acá a 15 días las materias que les quedaron pendientes.

Contexto desfavorable

Claro que el contexto para preparar exámenes no es el ideal: "El verano no es la mejor instancia de aprendizaje: al intenso calor se le suman los cortes de luz y muchas distracciones porque surgen eventos, fiestas que el adolescente no quiere perderse. Por eso el verano es una etapa adversa para el estudio. Se trata de resolver la emergencia y no de apropiarse de contenidos. Se apunta a tapar agujeros y eso hace que la preparación no sea la mejor ni arroje grandes garantías", apunta Diuan, que está al frente del centro desde hace 25 años.

Chicos que se dejan estar y confían en aprobar todo de golpe; estudiantes desmotivados o deprimidos que buscan el autoboicot o el castigo a padres ausentes que trabajan y pasan gran parte del día fuera de la casa, y una cultura que no premia precisamente el esfuerzo personal son algunas de las razones que explican por qué hay tantos chicos que ahora mismo están lidiando con libros y apuntes en lugar de disfrutar de sus días de descanso.

Ana Caraballo, directora de Coaching Estudiantil, una propuesta integral que busca darle al alumno herramientas de estudio y comprensión, sostiene que para preparar bien los exámenes conviene primero indagar en profundidad qué hay detrás del "llevarse muchas materias". "Lo primero que hacemos es pensar qué le está pasando a ese adolescente para ponerse en esa situación de riesgo en forma permanente -dice-. Tal vez para su grupo de pertenencia es «canchero» llevarse materias; otros se resignan a llevar el mote de vago. Pero la realidad es que ni el chico ni su familia la pasan bien, nadie disfruta de la situación."

Renata Mora se llevó sus libros y resúmenes a Miami, donde vacacionó con su papá, con la esperanza de adelantar algo de la engorrosa tarea que le espera por estos días: aprobar al menos dos de las cuatro materias que tiene que dar en febrero. Pero los libros sólo sirvieron para ocupar lugar en la valija y lamentarse del exceso de equipaje a la vuelta: Renata asegura que ni los miró. "Traté de leer en el avión, pero no completé ni dos oraciones", confiesa. Y acto seguido suelta su teoría: "Creo que lo mejor es tener vacaciones y olvidarse de todo. Y a la vuelta, con la cabeza descansada, estudiar bien".

Caraballo coincide en que es fundamental despejar la cabeza y descansar, antes de afrontar esta instancia definitoria, aunque esto debe ser pactado antes con los padres. "Un chico necesita descansar los últimos días de diciembre y los primeros de enero. Después de determinada fecha, que debe ser acordada con los papás, empezar con un plan de estudio que implique juntar el material, fijar prioridades y horarios. Y es importante que tenga un espacio cómodo, en el que se sienta confortable. Además, tener cierta flexibilidad: si surge un programa que implica acostarse tarde, acomodar al otro día el horario de estudio para que no sienta que es un castigo y que si se esfuerza, hay recompensa".

Claro que muchos padres están demasiado enojados como para pensar en gratificaciones. En el caso de Lorena Di Santo, mamá de Marcos, de 16 años, la situación no está para andar dando permisos de salidas. "Marcos se llevó cinco materias a febrero y desde el 10 de enero está en casa estudiando. Sólo hace salidas puntuales y lo necesario -asegura-. El año pasado, sólo tenía dos materias para rendir y las rindió bien, sin ayuda, pero este año, con cinco, tuve que recurrir a un apoyo escolar que me sale mucha plata", se queja.

La hora de un profesor particular ronda los 180 pesos, pero en la mayoría de los centros de preparación las clases duran una hora y media, por lo que el valor se incrementa a 270 pesos (hay descuentos por paquetes de varias clases, lo mismo si se toman de a dos alumnos). Caraballo asegura que el tema costos es otro de los aspectos más ríspidos: "Algunos padres hacen que sus hijos afronten los costos y otros lo pagan ellos -plantea-. Lo importante es saber que no existen fórmulas únicas. Cada familia hace lo que puede. Hay padres que suspenden sus vacaciones porque el hijo corre un alto riesgo de repetir y otros que no están dispuestos a sacrificar su descanso y los dejan al cuidado de algún abuelo o familiar. Pero el mensaje que nosotros siempre queremos transmitir es que estas situaciones límite se pueden evitar con un buen seguimiento anual. En este sentido, el coaching sirve para que los chicos desarrollen sus aptitudes y permite que los adolescentes modifiquen su actitud ante el aprendizaje". Pero hora, que las papas queman, no queda otra que aprobar. Y como sea.

Consejos de cara a los exámenes

Elaborar un plan

Antes de empezar, reunir el material de cada asignatura, fijar prioridades y objetivos reales


Fijar horarios

Lo ideal es elegir un horario fijo para estudiar y dejarse algunas horas libres. Esta elección dependerá de cada chico, pero los especialistas recomiendan no empezar antes de las 10 de la mañana, que es la hora donde los adolescentes "rinden mejor"

Ambiente confortable

Lo ideal también es elegir un lugar donde estudiar que esté aislado de distracciones y con buena ventilación. En lo posible, que siempre sea el mismo

Laura Reina

www.lanacion.com.ar  30/01/16