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Los niños necesitan de los abuelos para su desarrollo emocional, en especial durante la primera infancia. Si bien está pautado socialmente el vínculo entre abuelos y nietos, no se desarrolla tan "naturalmente" como la relación con los hijos: es un rol por conquistar. La familia moderna cambió. Ya no se ve, o sólo raramente, la familia extensa donde convivían en una misma vivienda por lo menos tres generaciones. Esta situación modificó el rol de los abuelos y su presencia. Es cierto también que la longevidad extendida y la buena calidad de salud hasta edades más avanzadas de las que se goza actualmente les dan más chances a los nietos de tener a los abuelos vivos y con buena salud, en pleno uso de sus facultades, y a los padres, de contar con la ayuda de ellos. Esta nueva generación de abuelos lleva una vida más compleja, pueden estar en muchos casos trabajando y también pueden estar requeridos por el cuidado de los bisabuelos, ya de edad más avanzada.

En la actualidad encontramos distintos tipos de abuelos, con funciones y roles más o menos acentuados: abuelos que en virtud de su tiempo libre y menores obligaciones laborales se hacen cargo del cuidado directo de los nietos, siendo un apoyo en la crianza, educación y socialización de éstos; abuelos que sólo pueden dedicar algún tiempo específico a sus nietos, limitado a algunas horas en la semana, por lo que la carga de cuidado es menor y mayor el tiempo disponible para el juego, los paseos y el afianzamiento del vínculo afectivo.


Quienes son abuelos encuentran beneficios muy importantes cuando pueden ejercer el rol y dejar un espacio en sus vidas a los nietos. Ser abuelo es asumir el duelo por la propia vejez y aceptar el paso a la tercera generación. La sociedad actual presenta muchos casos de padres-abuelos, es decir, personas mayores que al mismo tiempo pueden tener hijos en edad infantil y además ser abuelos por parte de sus hijos mayores. Es claro que estos casos, no tan excepcionales en el mundo posmoderno, podríamos denominarlos el "síndrome de Chaplin", son un ejemplo de longevidad y acumulación de roles vitales generacionales distintos y un gran desafío para poder desarrollarlos y cuidar de esas funciones equilibradamente. No se debe confundir una vejez sana y vital con el sueño de la eterna juventud. Exhortación final a todos los abuelos: ¡no se pierdan a los nietos! ¡No dejemos que el mundo moderno haga desaparecer esta función tan necesaria para todo grupo humano!, y que ello no ocurra, es una responsabilidad de los adultos mayores.
Por Enrique Rozitchner

El autor es psiquiatra, integra APA y escribió el libro La vejez no pensada

www.lanacion.com.ar 15/02/15