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Señor Sinay: tengo 21 años y soy estudiante de Agronomía. En mi vida diaria (facultad, salidas, etcétera) estoy rodeada de gente de mi edad, más chica y más grande, y siento que vivo en varios mundos a la vez. Según donde esté o con quién, los temas, las inquietudes, los problemas, los sentimientos, cambian. Me pregunto si uno también debe cambiar, si se debe amoldar a cada lugar, o se trata simplemente de encontrar un equilibrio, el tema más difícil, ya que vivimos en un mundo de desigualdades y contrastes. Pero si uno busca la felicidad, creo que lo mejor es intentar encontrar el equilibrio cueste lo que cueste.

Julia Kuriger

Mi tema es hacer tomar conciencia a la gente de que cada uno tiene que dejar florecer la esencia de su alma y no permitir que se opaque por el "qué dirán", el "tengo que". La vida es corta y cada día es un regalo. Tomar conciencia de que hay otro al lado y que debemos sumar. Brindarnos al universo y trabajar como si fuéramos un gran equipo, desde la Presidenta hasta el ser más pequeño. ¿Cuándo será ese día?

Moira Keena (39 años), Tigre, Provincia de Buenos Aires

Adaptarse o perseverar en caminos propios? ¿La adaptación de cada uno fortalece al conjunto o simplemente hace que se pierda la rica individualidad de cada quien? Estas inquietudes parecen flotar detrás de lo que plantean nuestras amigas Julia y Moira. Los humanos somos, por naturaleza, seres sociales y gregarios (que tienden a agruparse). Gracias a esto hemos creado herramientas prodigiosas, como la escritura y el habla, destinadas a tender y sostener puentes de encuentro. Pero, por otra parte, cada individuo es único, irrepetible y su existencia tiene un sentido que él debe descubrir. Ese sentido comienza a vislumbrarse, decía Carl Jung, padre la psicología profunda y arquetípica, cuando alguien va en busca de su sí-mismo, aquello que lo hace ser quien es. El sí-mismo no consiste en eso que creemos que somos (eso sería el ego). Está más allá, en una napa más profunda, a la que no siempre se llega, pero cuya búsqueda da sentido a la existencia. El ego es la faceta que se adapta a las expectativas ajenas, a lo que se nos pide, sugiere o exige ser, o a cómo se supone que deberíamos actuar. Todo con el fin de ser "aceptados".

La indagación del sí-mismo presupone ir más allá del ego, en un camino que Jung llamaba de individuación. En El mito del sentido, Aniela Jaffe, una de las más cercanas discípulas de Jung, recuerda que para su maestro el proceso de individuación es doloroso, requiere de una honesta y despiadada confrontación con nuestro inconsciente, y de mucha humildad para aceptar que no somos nuestro ego. Todo esto, además, no puede ocurrir en un laboratorio, sino en nuestra vida de cada día, entre los otros. Sólo entre otros podemos descubrir nuestra individualidad, eso que nos hace únicos, singulares y a la vez necesarios para la totalidad. El propio Jung, en Civilización en transición, insistía en que sin el individuo no existe la comunidad (por esto es vital que cada uno explore su ser), aunque sin la comunidad "incluso el individuo libre y seguro de sí no puede prosperar en el largo plazo". E insistía en que, cuando uno es ignorante de su destino y de su necesidad de cumplirlo, fácilmente pierde su personalidad en la masa. Se pasa de la sana y necesaria interdependencia a una nociva confluencia.

Quizás el equilibrio que menciona Julia esté en ese arduo camino que debemos transitar como personas que trabajan por su individuación en un contexto colectivo que les recuerda que son sólo, como decía Jung, "una unidad infinitesimal de la que depende el destino del mundo". Y el trabajoso proceso de individuación (sin el cual la vida es "transcurrida" pero no vivida, al decir del pensador suizo) es ineludible como requisito previo a la formación del "gran equipo" con el que sueña Moira. Cuando no sabemos quiénes somos, cuando tememos o evitamos saberlo (porque ello significa explorar nuestras sombras), estaremos prestos ante quien nos diga lo que queremos oír de nosotros y a incorporarnos a cualquier instancia masiva que nos apañe a cambio de nuestra fidelidad. En la masa se pierde noción del otro en lugar de ganarla, porque se generan igualdades falsas, forzadas, imposibles. Las grandes orquestas necesitan que sus músicos hayan hecho el duro y solitario trabajo de aprender a tocar su instrumento. La diversidad de las individuaciones es la que puede generar los más fecundos encuentros colectivos, en los que nadie debe resignar lo que es.

www.lanacion.com.ar 02/01/11