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Fernando Bergman conoce muy bien las dificultades cotidianas que enfrentan en la escuela muchas familias con chicos con problemas, que se manifiestan, habitualmente, en trastornos severos de conducta o de aprendizaje.

Su hijo Lucas, de 12 años, padece síndrome de Asperger (una variante del autismo) y tuvo que pasar el mal trago de una experiencia negativa en un colegio antes de integrarse felizmente a otro, donde el mes próximo terminará séptimo grado.

Según una encuesta difundida por la Fundación Par, dedicada a promover la igualdad de oportunidades, el 92% de los docentes y el 82% de los padres de alumnos perciben que la escuela no está hoy preparada para ofrecer una educación inclusiva. Los principales obstáculos, afirman los padres, son la capacitación de los maestros (70%) y la infraestructura (13%), por encima de los prejuicios e impedimentos culturales (8 por ciento).

Sólo dos de cada 10 docentes (23%) consideran abierta la actitud de los padres hacia la integración de chicos con discapacidades, en tanto que el 55% opina que los padres son temerosos de una educación inclusiva o se resisten a ella.

Frente a este escenario, el mensaje de Bergman es no bajar los brazos. “Si un colegio no tiene ánimo de integrar a un chico con necesidades especiales no vale la pena hacer el esfuerzo. Es preferible perder el año y buscar para el siguiente una escuela menos hostil, con vocación para incluir a todos", recomienda Bergman, en diálogo con LA NACION.

La encuesta "Educar en la diversidad", presentada ante más de 300 personas en la Legislatura porteña, comprende 835 casos y se realizó en tres etapas diferenciadas, con consultas a 385 vecinos de cada centro de gestión y participación de la ciudad, 200 docentes y 250 padres de alumnos.

El universo de chicos con necesidades educativas comprende a quienes necesitan un apoyo extra para su trayecto escolar. Por ejemplo, los que padecen discapacidades motoras, mentales, auditivas, intelectuales y trastornos severos, como los déficit de atención, conducta y aprendizaje. Todos ellos necesitan en el aula un acompañamiento extra, más allá del maestro de grado.

La falta de respuestas a esta creciente demanda ha llevado a la creación de colegios con población escolar más pequeña, que abren sus puertas a la integración y la educación personalizada.

Apenas el 14% de los vecinos porteños percibe que la sociedad actúa con naturalidad frente a las personas con necesidades educativas especiales. La mayoría cree que la actitud es incómoda (57%) o evasiva (29%).

Pero no todo es negativo. La mayoría de los padres (65%) y docentes (53%), en especial quienes tienen más experiencia en el aula, creen que es posible llevar a la práctica una educación inclusiva en el mediano plazo. A medida que aumenta la frecuencia e intensidad de experiencias que llevan a los alumnos a compartir espacios con otros chicos con necesidades educativas especiales, crece la opinión favorable a la integración.

A pesar de que las escuelas no están preparadas para atender a los chicos con capacidades diferentes, la mayoría de los porteños sostiene que el sistema educativo es el ámbito más valorado para promover la integración, debido a la frecuencia con que interactúan los chicos y las edades a las que ingresan y egresan.

Así lo refleja la investigación de la Fundación Par, realizada con el grupo Intus, integrado por jóvenes sociólogos que con sus investigaciones procuran contribuir al fortalecimiento institucional del país.

El 74% de los maestros y el 84% de los padres reclaman cambios en el sistema de formación docente, que hoy separa a quienes se capacitan en la educación especial y en la común.

Mientras el 7% considera que la gente es muy solidaria frente a esta realidad, el 60% opina que los medios de comunicación tratan superficialmente el tema. El 16% opina que lo ignoran y el 14% cree que el tema se ridiculiza.

Esa resistencia de los padres a un cambio se percibe más en las escuelas privadas laicas (32%), mientras que la mirada temerosa es mayor en los colegios confesionales.

Educación segmentada

"Hoy la educación está segmentada. Los chicos que presentan alguna diferencia de carácter, personalidad o de inquietudes no se pueden insertar en los colegios tradicionales", advirtió Sandra D Ovidio, madre de Damián, de 5 años, que reivindica el derecho de los chicos a ser diferentes.

"Muchos colegios, especialmente privados, esperan que el chico responda a modelos de familias convencionales que no se corresponden con el mundo actual y ya están en extinción", precisó. Y agregó: "Los colegios tienen que aggiornarse y entender que las familias han cambiado y que los chicos reciben nuevos y diferentes estímulos".

Según datos del Indec, sólo el 15% del alumnado con problemas de discapacidad está integrado en las escuelas primarias. Unos 8000 chicos concurren a escuelas especiales y 1520 comparten el aula con niños de su edad y sin dificultades en escuelas comunes. En el secundario, la integración es casi inexistente.

El 85% de los vecinos porteños considera que los chicos con necesidades especiales deberían asistir a las escuelas comunes, aunque el 56% lo condiciona al tipo de discapacidad.

"La clave es que el colegio tenga una verdadera vocación inclusiva y que haya una muy buena articulación entre los maestros, los integradores y los terapeutas", afirmó Bergman, padre de Lucas.

"Yo encontré una experiencia escolar exitosa para mi hijo, luego de otra no tan feliz. En el colegio anterior, surgieron dificultades en primer grado y el colegio decidió desentenderse y no involucrarse", contó Bergman, quien también sostiene que la mayoría de los colegios no están preparados. .

www.lanacion.com.ar 01/11/07