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Como sujetos de derecho, los chicos merecen el mismo respeto que los adultos. Consejos para una sana educación.

Las reuniones sociales son un buen ámbito para observar las interacciones de los niños con los adultos. A menudo basta con que una persona adulta se acerque al niño, se agache a su altura y se dirija a él de un modo amable, para que de allí en más ese pequeño busque perpetuar el vínculo con esa persona y obtener su atención.

La asimetría entre el adulto y el niño es inevitable e inexorable. Esta asimetría se mantiene desde diferentes niveles; los más evidentes son el desarrollo físico, la fuerza, las experiencias vividas, la constitución del aparato psíquico.

Pero hay una simetría que es preciso remarcar y que va más allá de las diferencias de tamaño, edad, experiencias: tanto el adulto como el niño son sujetos de derecho. Y como sujetos de derecho, ambos se merecen el mismo respeto.

No podemos dirigirnos ni hablarle a un niño de un modo que jamás lo haríamos con un adulto. ¿Qué nos hace creer que podemos maltratar, pegar, gritar a un pequeño que se encuentra vulnerable e indefenso? Si hiciéramos eso con otro adulto, nadie dudaría en sancionar nuestro comportamiento como violento.

Barajar y pensar de nuevo

Muchas veces escuchamos hablar de ''lo infantil'' de una manera peyorativa: ''no seas tan infantil''. ¿Desde cuando lo infantil se ha convertido en algo banal, menor, sin importancia?

Es habitual escuchar y leer sobre diferentes estrategias de los padres para ''educar'' a los niños: silla de pensar, time out, frasco de la calma, por nombrar sólo agunas. Habría que preguntarse: los que necesitamos pensar, tiempo fuera y un frasco para calmarnos, muchas veces, ¿no somos los adultos?

Entonces ¿cómo podemos acompañar los berrinches y enojos de manera respetuosa? Los niños pequeños no confían su mundo interno al lenguaje; poner en palabras las emociones y los sentimientos es una capacidad que se adquiere en épocas posteriores de la vida.

Podemos saber lo que sienten o piensan, aun cuando no puedan decirlo con palabras, observando sus acciones y comportamientos.

Cuando un chico se ''porta mal'' o hace un berrinche, en lugar de retarlo o ignorarlo sería oportuno preguntarnos y preguntarle qué le está ocurriendo.

Si el niño es muy pequeño es posible que no pueda responder con palabras qué le sucede, y en ese caso somos nosotros los adultos los que podemos ayudarlos a cualificar sus emociones,prestándoles palabras que al mismo tiempo los calman y los ayudan a comprender mejor aquello que sienten: ''¿Estás enojado porque querías seguir jugando y nos tuvimos que ir?'', ''Te caíste, te golpeaste fuerte y te dolió''. De ese modo estamos creando una oportunidad para que se sientan mirados, acompañados y escuchados.

* Lic. Ivana Raschkovan. Psicóloga clínica. Docente de la Facultad de Psicología (Universidad de Buenos Aires), Cátedra Clínica de Niños y adolescentes; facebook.com/CrianzaInfantil

www.clarin.com 04/05/16