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Entrevista con Alejandro De Barbieri, autor del libro "Educar sin culpa", de editorial Grijalbo, que plantea que las frustraciones en la infancia ayudan a crecer sin miedo

Los padres y los educadores sienten miedo y culpa al educar. Por distintas razones. Pero esto, lejos de criar hijos más libres y felices, resulta en una generación que no tolera ni puede hacerle frente a la frustración. Deberíamos permitir que nuestros hijos vivencien la frustración. Que se angustien ante un "no". Esta idea choca con años de determinismo psicológico que llevó la voz cantante por mucho tiempo en materia de crianza. Quien la impulsa es Alejandro De Barbieri, psicólogo uruguayo y autor del libro "Educar sin culpa", que se volvió un best seller en su país.

-¿Sentimos culpa de educar?

-Creo que hoy, los padres intentan educar pero el miedo que sienten a que sus hijos salgan frustrados los paraliza. Nuestros abuelos educaron sin culpa a nuestros padres, en ese contexto era la sociedad de la pobreza como dice Aldo Naouri, se crecía sabiendo que no se podía lograrlo todo, se disfrutaba lo poco que se lograba. Era una educación sin culpa, porque la autoestima del padre no se nutría de su hijo. No esperaba ser popular. Eso daba libertad al educar, confianza, seguridad. Hoy en día los padres se nutren afectivamente de sus hijos, y no quieren que sus hijos sufran lo que ellos sufrieron. Son víctimas del determinismo psicológico. Esto ha congelado a los padres a la hora de educar. No se puede educar sin afectar emocionalmente. Y los padres culpógenos tienen miedo de afectar a sus hijos mientras intentan educar, con lo cual no educan.

-Proponés que les permitamos a nuestros hijos experimentar la frustración. ¿Por qué?

-Fernando Savater dice "Un papá que siempre dice que si a todo, (por la culpa), deja a su hijo vulnerable y frágil, porque la vida le va a decir que no muchas veces y debe poder hospedar ese dolor". Si evito que sufra, evito que crezca, si lo exonero de esa vivencia que da dolor, entonces exonero de las vivencias de felicidad.

-¿Para qué deberíamos educar a nuestros hijos? ¿Alguien lo sabe exactamente?

- Educar para que sean libres y responsables, para que tomen la vida en sus manos, para que no sean recursos humanos, para que desarrollen su originalidad y diferencia en el mundo. Educar para un proyecto de vida, para ser solidarios, humanos, para ser personas y no mascotas. Educar para poder cambiar la sociedad en la que vivimos y no para meramente adaptarse a las demandas de la sociedad. Pero hoy reina el mundo liquido del que hablaba Zygmunt Bauman. Los padres están tan estresados que no tienen (o no se hacen) tiempo para educar. Mi maestro Carlos Díaz suele decir "educar es cansarse amorosamente", no se puede educar descansado, y los padres de hoy quieren educar sin cansarse, lo cual es imposible.

-Afirmás que los padres estamos convencidos de que no somos los expertos en el proceso de educar. ¿Lo somos?

-Estamos en una época en la que todo es consultar, y en la que se ha tercerizado la educación. Los expertos son, o deberían ser, el padre y la madre. Son las personas que, siempre en términos de una relación sana, mejor conocen en qué es bueno su hijo y en qué no. Siempre cito el diálogo que tuve con una mamá: "Me dijo la maestra que mi hijo es muy inteligente". Y yo le retruqué: " ¿Usted no se había dado cuenta?". Mi respuesta tenía como objetivo devolverle a esa madre la experticia, para que ella o el padre sean los primeros expertos. El riesgo de la hiperconsulta es que si la maestra no dice lo que esperamos entonces la desacreditamos.

-¿Hay una tercerización de la paternidad?¿Esperamos que sean otros los que eduquen, enseñen y pongan límites?

- Si, la familia claudicó en su función de educar. Antes, la primera instancia socializadora era la familia, que educaba en valores. Ahora, la primera instancia social es la escuela, son los maestros los primeros que "frustran" al niño. Por eso se estresan también, porque son los "malos de la película". Antes, el chico entraba educado al aula, ahora lo tienen que educar mientras dan clase. Ser el padre implica decir que sí, pero también muchos , sobretodo para formar en los hijos la autorregulación emocional. Por ejemplo, un niño quiere pegarle a su hermana. Gracias a la intervención del adulto, no se le pega a la hermana. Entonces, el chico se frustra, pero esa frustración es clave para convertirse en persona. El problema es que los padres culpógenos no lo pueden sostener, porque todo lo explican con un exceso de psicologismo. Todo esto alimenta la culpa y engendra niños hiperactivos, agresivos, sin paciencia, que no saben esperar, que viven presos del deseo.

- Asegurás que todos aspiramos a ser los mejores padres. ¿Qué significa? ¿Qué tan lejos estamos?

- Lo que planteo es que el consumismo psi que reina, genera que los padres quieran ser los mejores padres posibles, y claudican de su libertad, de su entusiasmo por vivir. Todo lo hacen por los niños, quedando ellos condenados y muchas veces sacrificando hasta la vida de pareja. El intento de querer ser el mejor padre posible es neurótico en sí mismo. Debemos asumir que la vida es un límite, este padre es un límite, esta mamá es un límite, y esta maestra es un límite, no se puede hacer todo. Educar implica reconocer que los padres somos imperfectos.

-¿Cuál debería ser la función primordial e irrenunciable de los padres?

- Contagiar las ganas de vivir. Darle al hijo la bienvenida al mundo. Para eso es clave que la madre pueda soltar y darle el lugar a la función del padre. La psicología se ha centrado en la madre, pero el padre, o mejor dicho, la función parental, más allá de quién la ejerza, es clave. Es quien dice que no, quien frustra sin culpa. Ese amor que sobreprotege es lo que termina anulando al niño, sobreproteger es desproteger. El gran problema actual es que los padres, al educar con culpa, no preparamos a los hijos para el mundo. Luego entran en las empresas y los jefes los miman con compensaciones y bonos, porque el nene de 28 años espera que el jefe actué igual que su papá, que cada vez que le demanda algo, se lo da. Esto genera una sociedad frágil y vulnerable, ya que cuando la vida frustra, cuenta con pocas herramientas para sostener sus dolores.

-¿Cómo repercute el estrés de la vida de los padres en los hijos?

El estrés y cansancio repercuten directamente. Hay investigaciones que demuestran que alumnos con bajo rendimiento tienen la percepción de que sus padres están siempre cansados, siempre estresados. No estamos dando una imagen de que es bueno crecer, porque el adulto de hoy, estresado, cansado, medicado, no puede sostener los dolores propios menos, los de sus hijos. No invitamos a que nuestros hijos crezcan, cuando estamos todo el día o toda la semana cansados. Debemos recuperar el entusiasmo por la tarea maravillosa de educar con alegría.

Evangelina Himitian

www.lanacion.com.ar   04/04/17