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Son chicos que, con un aura especial, nacerían con valores más humanos y cuotas altas de creatividad e imaginación. Para los científicos, la teoría no tiene sustento. Mientras tanto, crece la oferta de libros y páginas de Internet que sostienen que estos niños han venido a salvar la Tierra.
Una nueva generación de criaturas con aura azulina está llegando masivamente a la Tierra para salvar a la humanidad y ayudar a la transformación social, educativa, familiar y espiritual de todo el planeta. No es el slogan de la última película de Steven Spielberg, sino el enunciado de un nuevo fenómeno en el que algunas personas creen con ferviente pasión: los niños índigo.
Según una variada y ecléctica bibliografía sobre el tema son la generación de niños que está naciendo en la actualidad, y cuyo nombre -índigo- proviene del color de su aura, esa energía que todos tenemos y sólo algunos dicen ver. La teoría, que aún no tiene comprobación científica, sostiene que los nuevos niños estarían llegando con una estructura cerebral diferente, gran intuición, sensibilidad extrema y energía en exceso. Son pequeños a los que les resulta prácticamente imposible adaptarse a los modelos educativos tradicionales, muy creativos, tienen facilidad para comunicarse mentalmente con los animales, una importante fragilidad emocional y habilidades innatas para la sanación y la telepatía. Los más arriesgados, hasta llegan a afirmar que traerían en su ADN lo que todos los humanos quisieran tener: una potente resistencia a las enfermedades terminales.
Todo comenzó en 1982, cuando la parapsicóloga Nancy Ann Tappe clasificó intuitivamente determinados tipos de comportamiento humano echando mano de los colores y los registró en su libro Entendiendo su vida a través del color: "Yo miro el color de vida de las personas para conocer cual es su misión aquí en la Tierra", dijo mientras investigaba tratando de construir "un perfil psicológico que pudiera resistir la crítica académica".
Un médico que trabajaba con ella la llamó para viera a su bebé: "Comprobé que su aura mostraba un nuevo color que yo no tenía en mi sistema", relató Tappe. La experiencia de la parapsicóloga inspiró a los autores de textos de autoayuda Lee Carroll y Jan Tober a publicar el primer libro sobre el tema.
En un nuevo campo de estudio que los científicos ven a mitad de camino entre el delirio y la ciencia, los entusiastas de la teoría de los niños índigo fueron incorporando a sus filas a parapsicólogos, numerólogos, astrólogos y angeólogos, que alentaron la aparición de los más diversos libros, documentales y portales de Internet sobre el tema.
-Los niños índigo no son otra cosa que seres humanos con un aura que refleja el color azul. Lo que se puede corroborar por medio de la videncia, explica Eduardo Melamud, que se define como especialista en técnicas de decodificación de la memoria celular y es autor del libro Niños índigo (Kier).
Sandra Aisenberg, coautora del libro, agrega:
-Este es un fenómeno que se da en todos los niveles sociales.
Si su hijo es inquieto, si tiende a aburrirse fácilmente de las cosas y sólo pone atención en aquello que es de su interés, si es creativo, muy sensible, imaginativo... usted estaría conviviendo con un niño índigo.
-Desde hace tres o cuatro décadas el mundo vive regido por las características del hemisferio izquierdo del cerebro (lógico, analítico, abstracto y lineal) y eso era lo que se premiaba -dice Melamud-. La llegada de los niños índigo constituye el desarrollo del hemisferio derecho (holístico, intuitivo, aleatorio y global). Vienen a equilibrar por el opuesto. En el futuro, va a haber una sociedad con los hemisferios equilibrados.
En esta teoría, las referencias a la ciencia son abundantes pero endebles, según algunos profesionales consultados.
-Si bien es verdad que la forma en la que se presentan los chicos es diferente de la forma en la que se presentaban en otros tiempos, los elementos científicos de los que disponemos no permiten sacar conclusiones esotéricas -afirma el doctor Héctor Basile, ex presidente de la Asociación Argentina de Psiquiatría Infanto-Juvenil-. Para justificar que existen chicos con esas características no necesitamos que tengan un ADN diferente ni que sean extraterrestres.
Para Basile, el postulado de los nuevos niños no es más que "una interpretación con sentido esotérico sobre observaciones de niños cuyas características no requieren para nada explicaciones esotéricas".
Como hombre de ciencia, presidente del capítulo de psiquiatría infanto-juvenil de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA), ironiza:
-Estoy dispuesto a aceptar que se demuestre con las pruebas en la mano, un mapa genético. Pero no estoy capacitado para ver auras.
Y agrega:
-Se están forzando las conclusiones. Normalmente, las personas desarrollamos un hemisferio más que otro y no hace falta ninguna reencarnación para eso.
La educación
Para la teoría índigo, uno de los mayores problemas de estos niños es su dificultad de adaptarse a los modelos educativos preestablecidos.
Por eso sus teóricos recomiendan a los padres recurrir a instituciones con estructuras más abiertas y modelos actualizados. Una de ellas es la pedagogía Waldorf, que da prioridad a valores como el respeto por el prójimo, la solidaridad y la sensibilidad artística.
-Si bien Steiner habla del aura en alguno de sus textos, en los 40 años que llevo con esta pedagogía jamás escuché algo de niños con aura azul -advierte Gerda Campodónico, docente de la Asociación Educadora Rudolph R. Steiner, de Florida-. Por lo que veo, las características de los niños índigo son las de chicos inteligentes y sensibles con padres tontos e insensibles que no tienen la menor idea de cómo educar a un ser humano. Siguiendo esta teoría: ¿Jaimito no sería un niño índigo? Esto no es más que intentar etiquetar algo para quedarnos tranquilos en vez de preocuparnos por el presente y el futuro de los chicos. Toda esta teoría sirve para engatusar a padres ricos y desesperados, diciéndoles que dieron al mundo un genio iluminado para luego sacarles dinero con supuestas terapias.
El doctor Andrés Rascovsky, secretario científico de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), afirma: "Hay una importante mezcla de conceptos. De hecho, Freud creía en la telepatía. Se preguntó si el doloroso contraste entre la brillante inteligencia de un niño lleno de salud y la mediocridad mental del adulto medio no sería en parte responsabilidad de la educación".
Pero, al mismo tiempo, afirma que si bien el planteo sobre los nuevos niños tiene el valor de cuestionar algunos conceptos sobre la educación, responde más a "una proyección sobre los chicos de las rupturas de ciertos paradigmas".
-En realidad no son los chicos, sino la lectura que uno hace. Tiene que ver con padres que prefieren no ocuparse de la singularidad de sus hijos. Me resistiría a catalogarlos, pero sí creo que hay que poner atención al síntoma revelador de conflictos profundos de los cuales los padres tienden a desentenderse, descansando en categorías mágicas.
El psiquiatra y psicoanalista Daniel Rodríguez, director del Departamento de Salud Mental Comunitaria de la Universidad Nacional de Lanús, sostiene:
-Con lo del niño índigo asistimos a una modalidad de convertir un defecto en virtud.Y a partir de un cuadro clínico de desatención, distracción y falta de rendimiento escolar se pasa a promover una categoría humana que, a modo de un nuevo Jesús, intentará salvar a la especie humana de un conjunto de plagas autogeneradas. La necesidad humana de inclinarse a los esoterismos de todo tipo frente a las promesas incumplidas de un racionalismo que en muchos frentes ha hecho agua no nos autoriza a seguir apelando al opio de los pueblos, sino a seguir intentando incorporar sin fanatismos la mínima cuota de racionalidad que nos debemos como humanos.
El futuro dirá. Por ahora, apenas está claro que algunos mantienen la ilusión de encontrar en la Tierra principitos de carne y hueso, mientras la Ciencia pide pruebas para dar su última palabra.
Para saber más
www.geocities.com/elclubdelosninosindigo/
www.hermandadazul.org.ar
www.indigochild.net
www.metagifted.org
www.aapi.com.ar
www.apa.org.ar
Por Leonardo Blanco
NIÑOS DEL CIELO
Por Alina Diaconú
Ya conocíamos a uno: rubio y sabio, juguetón y preguntón, enamorado de una flor que crece en su diminuto planeta de origen, en el espacio. Adivinó. Ese niño es y será siempre El Principito, de Saint-Exupéry. Por eso cuando hoy nos cuentan que, en los últimos años, están llegando a la Tierra "niños nuevos" (como los llamó en sus profecías y psicografías Solari Parravicini ya en 1972), el hecho nos asombra, sí, pero no tanto. Al menos eso pasa con los que leímos con fervor el libro de Saint-Exupéry.
Siempre hubo niños-prodigio, geniales y superdotados. Pero eran de este mundo. Estos otros, según se afirma, son de carne y hueso, pero vienen de muy lejos.
Se los llama niños de las estrellas, como también niños acuarianos, o bien -y ésa es la denominación más frecuente-, niños índigo. Indigo, porque así es el color del campo energético que de ellos emana.
Un azul violáceo o un violeta azulado, que constituye el sexto color del espectro de la luz solar. Claro que sólo un vidente puede descubrir esa tonalidad que presenta su aura.
Este color índigo hablaría de su alta frecuencia vibratoria y de un código genético diferente. Sabemos, además, que para los orientales el índigo identifica al así llamado tercer ojo. Ese centro, ubicado en el entrecejo es el chakra de la clarividencia y de la mirada interna que va hacia las profundidades del ser, ya que como bien dijo el Principito, "lo esencial es invisible a los ojos".
Y uno lee por ahí u oye cosas prodigiosas: que estos niños caminan y hablan prematuramente, que tienen una inteligencia extraordinaria, un sistema inmunológico superior y un tacto sumamente desarrollado.
Que son independientes y rebeldes, seguros de sí mismos, con un sentido muy nítido de su identidad y que están conscientes de tener una misión que cumplir. Su misión sería, ni más ni menos, que la de cambiar la raza humana, construir una raza más pacífica, más sensible, menos autoritaria y manipuladora.
Físicamente, parece ser que son delgados, de grandes ojos, frente abultada. Zurdos o ambidiestros, duermen menos horas, son hiperactivos, les cuesta concentrarse y - aquí va la dificultad- presentan problemas de conducta que los padres no saben bien cómo encarar. Aman el canto y la danza, no les gusta comer carne, sino vegetales, hablan de sus amigos "en el cielo".
También se dice que la continuidad de estos niños índigo (comenzaron a nacer a principios de los años 90), es la de los niños cristal, que están comenzando a llegar al planeta Tierra en este milenio.
Por supuesto que no todos los niños que nacen actualmente son de esta especie, pero sí -según los entendidos- gran cantidad de ellos. Y cuando nos enteramos de todas estas cosas -en el mundo todo hay libros y abundante información al respecto-, empezamos a observar mejor, con más curiosidad, a ese bebe de ojos enormes que acabamos de conocer y a algunos de los niños inquietos y vivísimos que nos rodean.
Y parecería que entendemos un poco más por qué estos "locos bajitos" (en el decir de Serrat) nacen sabiendo computación, quieren hablar por teléfono a los dos años, o nos dan respuestas tan adultas que nos dejan boquiabiertos.
¿Serán estos niños, como el Principito, mensajeros de las estrellas? Y, ¿por qué no?
La autora es escritora. Su última novela es "Una mujer secreta", publicada por la Fundación Internacional Jorge Luis Borges.
Cómo son
•    Según definiciones de quienes los estudian, los índigo son muy creativos y emocionales.
•    Hablan mucho, pero tienen poco vocabulario.
•    Pueden haber experimentado muy temprana depresión y sentimientos de vulnerabilidad.
•    Tienden a aburrirse fácilmente de las cosas.
•    Muy inteligentes.
•    Temerarios.
•    Pueden ser rebeldes en la escuela, cuestionando la autoridad. Pueden sentir aversión por las tareas que se les piden.
•    Con patrones mentales o de comportamiento desorganizados (síntomas de déficit de atención).
•    Su pensamiento es sistémico-analógico-holístico.
•    Tienen una fuerte intuición.
•    Han tenido experiencias como premoniciones, oír voces o las han reprimido.
•    Pueden tener un ligero abultamiento del lóbulo frontal, y ojos grandes.

www.lanacion.com.ar 15/02/04