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"Sabíamos de los efectos psicológicos del abuso emocional, pero ahora se ha comprobado que la violencia, el abuso y el abandono en los primeros años de la vida producen daños cerebrales irreversibles", dice Danya Glaser, psiquiatra, consultora en niños y adolescentes y directora del Departamento de Psicología Médica del Great Ormond Street Hospital for Children, de Londres.
Glaser, autoridad de referencia mundial en su especialidad, estuvo en Buenos Aires para participar de las Segundas Jornadas sobre Abuso Emocional, organizadas por la Fundación Familia y Comunidad, que preside el doctor Eduardo Padilla, médico psiquiatra y terapeuta familiar.

Durante siglos, la autoridad paterna incluía los castigos corporales y las más rudas penitencias sin que nadie se atreviera siquiera a encasillar estas conductas en la hoy reprobable categoría de niño golpeado .
No hace mucho más de 20 años se empezó a hablar de "niños sexualmente abusados", con revelaciones sorprendentes, como que el problema se daba, principalmente, en el entorno familiar y en una dimensión difícil hasta ese entonces de imaginar.
Sólo en 1995 Danya Glaser describió en Gran Bretaña una tercera forma de maltrato: el niño emocionalmente abusado. Es la forma más frecuente y más difícil de detectar, porque no deja marcas físicas, no se puede circunscribir a un hecho o acto específico, y generalmente va dejando su secuela tras un sinnúmero de conductas, incluso sutilmente violentas, donde el niño es utilizado por el adulto para fines emocionales propios, conscientes o inconscientes, o como botín de las disputas conyugales o posconyugales, o como chivo expiatorio de sus frustraciones.
Miembro de la British Society for the Prevention and Study of Child Abuse and Neglect y autora del libro "Abuso sexual del niño" (Editorial Paidós y Fundación Familia y Comunidad), trabaja desde hace varias décadas con niños, aunque no por ello desconoce que el problema afecta a la población de todas las edades y todas las clases sociales.
"Un niño depende absolutamente de los mayores; no tiene ninguna opción; en cambio, un adulto, teóricamente, si no está de acuerdo o no le gusta algo, puede irse. Eso no quiere decir que lo haga, pero al menos uno imagina que tiene la opción de independizarse. Mientras que un niño es muy vulnerable y el abuso durante su etapa de desarrollo deja secuelas cerebrales y psicológicas irreversibles", dice, para explicar el porqué de su dedicación específica a la problemática infantil.
-¿Qué indicios la orientan a diagnosticar un abuso emocional en la infancia?
-Si veo a un chico con dificultades tengo que preguntarme por qué las tiene, y una de las muchas posibilidades podría ser que haya abuso emocional, pero la única forma de saberlo es observando y desmenuzando la relación entre ese hijo y los adultos con que convive, particularmente sus padres.
-¿No presenta síntomas típicos?
-Ante un abandono muy importante hemos visto casos de chicos que no se desarrollan, que no crecen. También son parte del cuadro los fuertes dolores de estómago o de cabeza. Pero lo que más se observa es el caso de chicos que se sienten infelices, se aíslan, se tornan muy agresivos. De hecho, el abuso emocional tiene más manifestaciones psicológicas que físicas. Mucha gente se preocupa más por un moretón, un corte, una golpiza, pero las estadísticas muestran que el 90%de los niños golpeados también es abusado emocionalmente.
La especialista británica sostiene que es imposible tratar el abuso emocional en niños sin antes tratar a los padres. "No tiene ningún sentido hacerlo -asegura-. Hay casos en que se usa a los hijos como proyectiles para bombardearse mutuamente, o para convertirlos en salvavidas de sus propios naufragios vitales."
Sin embargo, Glaser comenta que, de acuerdo con su experiencia, la forma más frecuente de abuso emocional es el abandono, que toma dos formas: "Por un lado puede haber un abandono físico, que pasa por un descuido en la alimentación, el vestido, la higiene, la educación. La otra forma es la falta de supervisión, la que muchas veces esta ligada con el abuso sexual".
Reconoce que la mayoría de los padres teme verse reflejada o encajar, aunque sea un poquito, en esos perfiles o conductas.
-Ciertamente, como padres todos tenemos alguna vez conductas equivocadas. Si un padre se equivoca, pero se da cuenta, se preocupa, piensa qué puede hacer para mejorar, qué está haciendo mal. El umbral del abuso emocional es cuando determinadas situaciones y conductas empiezan a ser dañinas para el chico y cuando se convierten en la pauta típica de la relación entre padres e hijos.
-¿Qué aconsejaría usted a los adultos para criar chicos emocionalmente sanos y felices?
-Lo primero que debe saberse es que todo lo que se le hace a un niño importa. Lo segundo es pensar que los chicos necesitan ser valorados. Muchos adultos me dicen: "Si yo lo quiero...", pero con querer no alcanza. Hay que educar con coherencia entre lo que se dice y lo que se hace, entre lo que se promete y lo que se cumple. Son reglas básicas, pero que pueden ayudar mucho a que la gente esté atenta, alerta y dispuesta a respetar a los chicos.
Cuáles son las cinco formas del abuso emocional
Según la psiquiatra británica Danya Glaser, existen cinco formas básicas de abuso emocional de un niño:
•    Desentenderse emocionalmente de sus necesidades, no responder a sus demandas, no estar disponible, estar demasiado inmerso en los propios problemas (económicos, emocionales, depresivos, de alcoholismo, por ejemplo).
•    Encasillarlo, etiquetarlo como un "caso problema", creer realmente que no es una buena persona, ponerle motes, convencerse y convencerlo de que "merece" ser tratado de esa forma.
•    Tratarlo de una manera inapropiada, exigirle demasiado para sus capacidades, o demasiado poco, cuando realmente puede dar mucho más; ser inconsistente en la manera de tratarlo, tener comportamientos poco coherentes.
•    Utilizar a los niños para las propias necesidades emocionales de los adultos, desde querer lucirse con ellos a costa de su rendimiento escolar o deportivo, hasta ponerlos en medio de una batalla campal por un divorcio. En suma, no distinguir la línea que separa el mundo psicológico de los niños del de los adultos.
•    Criar a un chico de modo tal que ya no encaje más en su propia cultura. Inducirlo a ingresar en el mundo criminal o de las drogas, a ser racista, intolerante, a transgredir la ley. Impedirle que se integre en forma libre y encuentre su lugar armónicamente en la sociedad.
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Por Carmen María Ramos
Para LA NACION

www.lanacion.com.ar 23/10/01