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La situación puede ocurrir por distintas causas: separación o divorcio, viudez, maternidad solitaria o extraconyugal, emigración.

Lo cierto es que cualquiera de esos caminos confluirán en un mismo destino: transformar a un adulto (generalmente una mujer) en responsable de un hogar monoparental, aquellos hogares técnicamente definidos como los conformados por uno solo de los padres, quien convive con uno o más hijos que dependen económicamente de ese progenitor.

"Se acrecentó en los últimos años, especialmente como consecuencia de separaciones y divorcios -explica la licenciada Susana Fernández, de la Sociedad Argentina de Terapia Familiar (SATF)-. Si como sucede habitualmente la que está cargo de la casa y los hijos es la mujer, ella pasa a ser la «jefa» de ese hogar. En casos de separación, aunque el ex marido y padre cubra con los gastos materiales y no se aleje afectivamente, la realidad es que es ella quien enfrenta día a día el desafío de llevar todo adelante."

La licenciada Fernández, que quedó viuda hace más de 15 años y conoce qué significa estar a cargo de un hogar monoparental, explica que una de las principales dificultades que presenta el fenómeno es la mirada de los otros.

"A menudo, se considera que pertenecer al género femenino implica «naturalmente» ocuparse de los chicos y la casa, y la tarea de la mujer, aunque esté sola, es mirada con mucha menos benevolencia que en los contados casos en que debe asumir la dirección del hogar monoparental el varón."

Otro de los problemas que suelen arrastrar estos hogares es el prejuicio hacia sus integrantes menores en la escuela, juzgados "chicos problema".

"Entonces, si aparece alguna dificultad en las aulas se instala al chico allí, a manera de «profecía autocumplida»-dice la psicóloga-. En realidad, los profesionales no nos cansamos de repetir que monoparentalidad no es sinónimo de disfuncionalidad, como tampoco el hecho de que haya papá y mamá es garantía de que todo funcione bien."

La licenciada Norma Pollan, coordinadora del Equipo de Niños y Adolescentes del Centro Privado de Psicoterapias, agrega que al convertirse una familia en monoparental esto siempre genera una crisis y la forma en que este cambio se resuelva condicionará en gran parte la dinámica de la nueva estructura.

"Algunas investigaciones indican que las familias monoparentales con ausencia del padre, a excepción de cuando éste ha muerto -comenta Pollan-, incrementa el riesgo de hijos con problemas escolares y de conducta. Sin embargo, no hay consecuencias iguales para todos. Un alto grado de tensión en familias biparentales es más perjudicial que una familia monoparental organizada, con un bajo grado de tensión. En suma: los padres a cargo de una familia monoparental no están destinados a tener hijos con problemas."

Todo sobre las espaldas

La licenciada Susana Fernández agrega que el ingreso en la monoparentalidad abre un período de reacomodamiento que puede extenderse entre 2 y 3 años.

"Es diferente si se eligió, como en el caso de la mujer o el hombre que deciden adoptar un niño o la mujer que quiere un hijo aunque esté sola, que cuando la nueva situación irrumpe en forma no deseada -aclara Pollan-. En esos casos, el adulto a cargo posiblemente sentirá que no puede con todo y durante el primer tiempo tendrá sensaciones de desborde, angustia y desconcierto."

Pero encabezar un hogar monoparental ofrece, también, oportunidades de cambio. "Es importante que el adulto a cargo aprenda a pedir, a delegar y a compartir -dice la licenciada Fernández-. Que estos padres y estas madres recurran a la colaboración de su entorno familiar, escolar, laboral, de amigos, de compañeros, de vecindad. Aun cuando por momentos puedan sentirlo, no están solos. Disponerse a participar de situaciones nuevas y abrir las puertas de la casa permitirán reorientar la propia vida y transitar este reacomodamiento desde una perspectiva más esperanzadora."

www.lanacion.com.ar 25/06/05