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Las madres modernas queremos hacer lo correcto y tomamos decisiones razonables. Sin embargo, solemos desatender nuestras intuiciones espontáneas. ¿Por qué muchas madres no sentimos "desde la panza" lo que les pasa a nuestros hijos? Porque nuestra capacidad de protegerlo y ampararlo depende de la represión sexual que hemos vivido a lo largo de nuestra vida, del desamparo en el que hemos permanecido sometidas durante nuestra infancia y de la moral, el autoritarismo afectivo y la rigidez que aún hoy persisten y son parte de nuestra manera de ser.

 

Es decir, una vez que tenemos al niño real en brazos, nos encontraremos con nuestra capacidad o incapacidad para percibirlo, según nuestra historia emocional pasada, de la que generalmente no tenemos un claro registro. De todas maneras, la función maternante se puede aprender buscando referentes externos, siempre y cuando reconozcamos que nos resulta difícil responder a las señales del niño pequeño.

En todos los zoológicos del mundo, se sabe que cualquier mamífera hembra criada en cautiverio tendrá pocas chances de concebir y dar a luz a su cría. Luego -si lo logra- difícilmente "la reconozca" como propia y, posiblemente, tenga dificultades para cuidarla y protegerla. Pero los cuidadores del zoológico la ayudarán, y la cría normalmente sobrevivirá.

Lamento estas comparaciones, pero a las mujeres nos sucede algo parecido: atravesamos los embarazos totalmente despojadas de nuestro saber interior y luego parimos en cautiverio. Atadas, pinchadas, amenazadas y apuradas. Entonces, inmediatamente después de producido el nacimiento, nos sucede que desconocemos a nuestra cría.

Las madres tenemos que hacer un esfuerzo intelectual para reconocer a ese hijo como propio, y luego más esfuerzos para calcular matemáticamente lo que está bien, lo que es adecuado, lo que es pertinente o lo que corresponde. ¡Pero con ese sistema nunca sabremos si hemos tomado la decisión acertada!

Justamente, el secreto está en la cercanía emocional, la intuición, la mirada interior y la vibración desde las entrañas. ¿Puede una madre tener una fluidez tan extraordinaria para responder intuitivamente a las necesidades del bebe? Sí, claro, ¡pero tiene que provenir de una infancia ideal!

Si hemos recibido suficiente amparo, contacto corporal, palabras cariñosas y disponibilidad emocional a lo largo de toda nuestra infancia, es mucho más probable que respondamos instintivamente a las demandas del niño pequeño. Caso contrario, necesitaremos apoyos externos que nos guíen hacia el amor y nos ayuden a conectar con el bebe real, quien nos avisa todo lo que le pasa. 

Por Laura Gutman   

www.lanacion.com.ar  16/10/12