Asesoramiento y acompañamiento en la crianza y educación de los hijos.

Se brinda asesoramiento a los padres basadas en la crianza con apego y en la disciplina positiva.

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Abordaje psicopedagógico integral del niño y su familia.

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Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.

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El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

Desde cómo pronuncian la R hasta el apuro por que dejen los pañales o empiecen a hablar, los presionan a edades cada vez más tempranas

Clara todavía no pronuncia bien la "R". Tiene apenas 3 años, pero su mamá le pidió a la pediatra que le recomiende un fonoaudiólogo de confianza para intentar ayudar a su hija a superar, lo que ella cree, un posible problema. "La pediatra me sugirió que le dé más tiempo, que está dentro de los procesos lógicos del desarrollo. Me dijo «esperemos». Pero tengo una amiga que se dejó estar con esto y su hijo tuvo rotacismo y le costó corregirlo", dice María, que ya reservó turno con una fonoaudióloga, algo que, reconoce, la tiene bastante más tranquila.

Chicos bajo presión. Desde cómo pronuncian la R hasta el apuro por que dejen los pañales, empiecen a caminar, hablar o incluso a leer, los padres están encima de ellos desde edades cada vez más tempranas y, muchas veces, interfieren con los tiempos naturales de ese proceso madurativo. Como si la rapidez con que se superan ciertas etapas o alcanzan determinados logros fuera sinónimo de mejor.

"Es otro de los tantos mitos relacionados con la crianza actual, donde se pone el foco más en los resultados que en los procesos -sostiene Alejandra Libenson, psicóloga y psicopedagoga, autora de Los nuevos padres-. Con esto de la rapidez se pone más énfasis en el cuándo que en el cómo. Yo me preguntaría: ¿cómo aprendió a caminar?, y no ¿a qué hora o qué día? En esta sociedad, la inteligencia y el éxito tienen que ver con la premura. Todo lo que se logra antes parece que es mejor, Esto es un mito que hay desactivar".

Para la psicóloga especialista en crianza Lorena Ruda, que coordina talleres y grupos para madres, apurar procesos que tienen un tiempo natural de maduración es un mal de época. "Vivimos acelerados y para el afuera. Estamos comparando permanentemente con el de al lado y entonces empieza esta carrera por ver quién lo logra primero -plantea-. En la puerta del jardín se dan conversaciones del tipo: «¿Ya dejó el pañal? El mío todavía no, pero caminó a los 10 meses». No observamos a nuestros hijos sino a los de al lado. El que lo hace antes parece que es mejor. Hay una especie de regocijo paterno, como si esto fuera mérito de los adultos. Sucede que en nuestros hijos vemos reflejadas nuestra calidad de padres. Si lo que vemos es positivo, nos sentimos orgullosos y si no, nos avergonzamos. Sin duda, hay una cuestión narcisista."

La escolaridad más temprana también contribuye a esta tendencia de acelerar los procesos. "Ahora los chicos se escolarizan más chiquitos y esto también repercute en los tiempos. Antes los procesos eran más para adentro, de cada familia, y hoy los chicos están mucho más expuestos, se mira más en el afuera y se comparten esas etapas con un montón de gente", describe Libenson, que sugiere entender las diferencias no como deficiencias y evitar las comparaciones: "Son los grandes males de esta época", asegura la especialista en crianza, también autora del libro Criando hijos, creando personas.

Los pediatras suelen ser testigos privilegiados de la creciente ansiedad paterna. Y muchos reconocen que terminan cediendo ante el pedido de los padres por hacer interconsultas con especialistas como fonoaudiólogos, endocrinólogos (por cuestiones vinculadas al crecimiento) o psicólogos, especialmente cuando se trata del desarrollo del lenguaje. "Muchas veces son los propios padres, con su ansiedad por que el chico hable, camine o crezca, los que crean trastornos o patologías donde no las hay", reconoce un pediatra que pidió anonimato, pero que reconoce que el problema es habitual.

Ruda, que recibe varios pacientes derivados por los médicos de cabecera que atienden a los niños, coincide y agrega: "Los pediatras responden según las ansiedades paternas. Muchos sienten la presión y entonces calman a la madre y al padre ofreciéndoles hacer otra consulta con un especialista. A veces esa consulta sirve para bajar la ansiedad", reconoce.

Aprendizaje vs. adiestramiento

Según Libenson, desde un punto de vista saludable, un niño aprende cuando hay un deseo genuino por hacerlo y no cuando alguien se lo impone. "Cada chico tiene sus propios tiempos. Un padre que pone expectativas en la rapidez tiene tendencia al adiestramientro, que es muy diferente al proceso de aprendizaje -plantea Libenson-. Mientras el proceso de aprendizaje se da de adentro hacia afuera y sucede de forma natural, cuando se cuenta con los recursos necesarios, el adiestramiento se produce mediante la obediencia y el reforzamiento de una conducta. Muchos niños terminan adquiriendo ese comportamiento, pero ¿a qué costo? Si el proceso no está bien afianzado no se sostiene en el tiempo y la frustración puede ser peor".

El ejemplo más claro es el control de esfínteres, el gran tema de los padres que tienen hijos entre los 2 y los 3 años. Cada vez que se acerca el verano, el objetivo está en sacar los pañales, en muchos casos, acelerando los tiempos de ese niño, que en muchos casos no da ni siquiera señales de querer dejarlos. "Mi primera hija los dejó a los dos años recién cumplidos. En realidad, no los dejó; se los saqué yo porque ya no quería cambiar tantos pañales. Hacía un mes había nacido su hermanita y sentía que era un lío tener a dos con pañales. Pero me arrepiento porque fue un drama. Ella me pedía el pañal y yo le decía que tenía que hacer en el inodoro -cuenta. La verdad es que fue un desastre. Con la segunda, que ya tiene 2 años, ni lo estoy intentando. Voy a esperar hasta que esté lista", reconoce Guillermina, que asegura haber aprendido de la experiencia y con Isabella es mucho más relajada que con Antonia, la mayor.

"Estamos hablando de procesos naturales que van a suceder tarde o temprano. Durante el verano la gente ya empieza el proceso, porque está instalado que es mejor hacerlo en esta época, como si los esfínteres maduraran con el calor -dice Ruda. Y también se instaló la idea de que a los dos años ya hay que empezar con el proceso de dejar los pañales, cuando es chico el porcentaje que los deja a esa edad. Pero acá la escolarización temprana también influye porque la mayoría de los jardines piden que a sala de 3 los chicos entren controlando esfínteres. Y en esa salita tal vez hay chicos que todavía tienen dos años y que no controlan del todo esfínteres y lo estás forzando a hacer algo para lo que no está preparado".

La cuestión del tiempo de adaptación al jardín es otra de las áreas en las que padres suelen equiparar -erróneamente- celeridad con madurez. "Mi hija no necesitó adaptación, al segundo día me dijo «chau mami», se dio media vuelta y entró en la salita", cuenta orgullosa Analía, situación que contrasta con la vivida por Laura, a quien le llevó un mes lograr que su hijo fuera capaz de quedarse en el jardín sin derramar una sola lágrima. "Nos costó mucho a los dos pero una vez que se adaptó, no volvió a tener episodios de no querer quedarse en el jardín -recuerda-. Y los que parecían que se habían adaptado rápido y lo más bien, a mitad de año o antes ya tenían una crisis de llanto porque no querían quedarse".

Lo importante, destaca Libenson, es entender que cada niño tiene su ritmo y está interesado en determinadas áreas. "Cuando los padres apuran los procesos aparecen los conflictos, con chicos que tienen insomnio, sufren trastornos de atención o hiperactividad -describe-. Es clave acompañar los procesos: ni apurarlos ni atrasarlos. Y observar y escuchar al chico, hacerle formar parte del proceso porque el aprendizaje tiene que partir de un interés personal y no de un interés del adulto".

Para Ruda, las consecuencias de acelerar los procesos son varias y van desde la frustración hasta la sobreadaptación. "Le estás diciendo que está preparado para algo que no lo está y eso lo frustra mucho -asegura-. Y tanta exigencia también puede derivar en niños sobreadaptados o sobreexigidos que no se permitan fallar ".

En contraste con este tipo de padres aparecen otros que bregan por una crianza más slow. Una de ellas es Ana Etchenique, integrante de la ONG Slow People, "Los niños se destetan, aprenden a dormir solos, a comer de forma autónoma, a dejar de usar el pañal, a andar, a hablar, o a entretenerse solos, cuando están preparados, no cuando nosotros lo necesitamos -sostiene-. Les estamos planificando y estructurando el desarrollo y los procesos de maduración desde la más tierna infancia. Tenemos que poner todos nuestros esfuerzos en que los avances y los aprendizajes se vayan haciendo y afianzando bien; despacio y seguros".

Laura Reina

www.lanacion.com.ar  05/11/16

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