Imprimir

Si un chico no tiene sosiego, está desatento y no aprende, la primera consulta debe ser siempre con su médico de cabecera

Según datos oficiales del Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos (NIMH), entre el 3 y el 5% de los niños padece el trastorno por hiperactividad y déficit de atención (AHDD, por sus siglas en inglés), entre dos y tres veces más frecuente en varones que en mujeres. Por ahora, las causas del problema no están totalmente determinadas.

Considerado por el NIMH uno de los desórdenes más comunes entre la población infantil (habría unos dos millones de afectados en los Estados Unidos), la misma entidad afirma que, en promedio, existe al menos un chico que necesitaría ayuda por este motivo en cada aula estadounidense. Uno de los aspectos que más preocupan del trastorno es que se asocia a problemas de aprendizaje y fracaso escolar.

En la Argentina, como ocurre habitualmente, no existen estos datos. Sin embargo, "hace 12 años, el entonces jefe de psiquiatría del Hospital Francés, doctor Claudio Michanie, realizó un estudio entre más de mil niños argentinos y encontró que el 5% de ellos padecía el trastorno. Es decir, guarismos similares a los americanos", expresa la doctora Norma Taddey, secretaria de la Comisión de Psicofarmacología de la Asociación Argentina de Psiquiatras Infanto-juveniles.

La escuela y la casa

"En nuestro país, a menudo es la maestra quien lo detecta. Y muchas veces no orienta adecuadamente por desconocimiento -continúa Taddey-. Generalmente se da un diagnóstico que no existe en la literatura médica: inmadurez afectiva o bloqueo emocional."

Para la doctora Virginia Fano, secretaria del Comité de Crecimiento y Desarrollo de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP), los problemas de aprendizaje infantiles son muy frecuentes. "Hay chicos con dificultades muy graves en la Argentina -dice- que dificultan su capacidad de atender y aprender. Debemos evitar ponernos en la cabeza el cassette de que todos los niños que no andan bien en la escuela tienen AHDD."

El doctor Enrique Menzano, presidente de la Sociedad Argentina de Neurología Infantil, considera que en todos los casos "lo correcto siempre es remitir al niño a su médico de cabecera, que es el pediatra. Esa debe ser siempre la primera instancia. Luego, y a indicación del pediatra, deberá -o no- ver a otros especialistas".

Una vez que la dificultad se manifiesta, es necesario analizar paso a paso el problema. "La hiperactividad o la desatención son síntomas, no diagnósticos -afirma SAP-. A veces un chico está desatento por problemas del colegio: le cambiaron la maestra, tiene 50 compañeritos, o también puede ocurrir que esté en una escuela sin la plasticidad necesaria para adaptarse, y entonces es al chico a quien señalan como problema... Pero también puede estar desatento o inquieto porque sus padres están peleados, o divorciados, o la familia vive un duelo."

Para arribar a buen diagnóstico, por otra parte, importa descartar problemas orgánicos. "Por ejemplo -agrega Vázquez-, trastornos sensoriales, como visuales o auditivos, o disfunciones endocrinológicas. En esos casos, el pediatra derivará a los especialistas. Sin embargo, el diagnóstico es clínico: como no hay estudios complementarios que lo confirmen, hay que ir descartando posibilidades. Y para esto es imprescindible la interdisciplina."

En ese sentido, Menzano explica que los neuropediatras se interesan a menudo por evaluar la calidad del sueño de los niños que presentan síntomas que podrían indicar el trastorno. "Hay literatura que los asocia -aclara el especialista-. En otro sentido, podemos solicitar tests neuropsicológicos para evaluar la memoria, la atención o el lenguaje. Pero son informaciones complementarias de una presunción diagnóstica inicial."

La detección del trastorno no sería uniforme en todo nuestro país. "Los niveles de distribución de calidad de atención pediátrica y de posibilidades diagnósticas son desiguales en la Argentina -explica el doctor Vázquez-. Por eso es posible que en algunos lugares existan pocos o incluso ningún caso detectado del trastorno, y que en otros la proporción de chicos diagnosticados llegue aun hasta el 15%."

La hora de mejorar

Si bien el doctor Menzano reconoce que el AHDD "no es un problema grave, aunque sí muy complejo", la doctora Taddey fundamenta la importancia de que los niños que lo padecen reciban un adecuado tratamiento.

"Las conductas que tiene un niño con este trastorno son normales en calidad -dice la psiquiatra infantil-. No son chicos que se clavan alfileres o escuchan voces... Pero esas mismas conductas se tornan anormales en cuanto al tiempo en que suceden. Por eso se producen un deterioro y una alteración en sus ámbitos sociales y académicos: a estos chicos les cuesta más aprender, pero finalmente aprenden. Y esto puede tener precios muy altos en una sociedad como la actual. Son chicos que requieren límites y expectativas muy claros, porque al tener alteraciones en la atención tienen alteraciones en la memoria. Esto les dificulta mucho más organizarse. Y cuanto más desorganizada es la sociedad, más difícil les resulta adaptarse a ella."

El tratamiento del trastorno incluye intervenciones en la familia y la escuela. Y también terapia farmacológica. "La mayoría de los niños diagnosticados recibe medicación -dice Menzano-. Son fármacos de la familia de los estimulantes que favorecen vías cerebrales que activan áreas que permiten sostener la atención en el tiempo. Si creemos que existe un déficit en la atención, la medicación compensa el déficit detectado."

Toda droga, sin embargo, tiene efectos adversos. Y en alguna oportunidad, se generó un debate (que consta en documentos del Instituto Nacional de Salud Mental de los Estados Unidos) respecto del posible impacto de este fármaco, entre otras cosas, sobre el crecimiento.

Pero los expertos aseguran que son medicamentos probados y seguros. "Cuando se receta una droga, estamos diciendo que asumimos el riesgo que tiene, porque el beneficio será mayor -afirma Fano-. En el caso de los fármacos que tratan el AHDD, los pocos trabajos científicos serios que manejamos demuestran que los niños crecen en estatura aunque estén recibiendo esta droga. A lo sumo pueden tener un enlentecimiento, pero luego se recupera: la estatura adulta alcanza su rango genético."

Los síntomas

El trastorno incluye, básicamente, tres conductas: desatención, hiperactividad e impulsividad, que pueden aparecer juntas o separadas. Para diagnosticarlo, las conductas deben presentarse antes de los 7 años, continuar durante al menos 6 meses y crear una discapacidad real en al menos dos áreas de la vida del niño. Por ejemplo, la escuela y sus relaciones sociales.

Signos de desatención

Signos de hiperactividad e impulsividad