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Detrás de esta vorágine por incorporar a los bebes y niños a la cultura y al "saber" uno podría adivinar un signo de los tiempos: el deseo de su majestad el marketing de incorporarlos a la sociedad de consumo. Por eso es importante alertar a los adultos sobre los riesgos de la sobreexigencia y la hiperestimulación y ahondar en las ventajas y desventajas de la tecnología.

La estimulación es buena, pero no la que consiste en someter al niño a escuchar música clásica desde el embarazo o en entrenarlo para que conozca las tablas de multiplicar a los tres años. La exposición temprana y forzada a prácticas o saberes no garantiza genios ni grandes músicos ni deportistas ilustres. Sólo produce niños robotizados, autómatas, que responden al deseo de los padres, se obsesionan por el éxito y se entristecen profundamente ante el fracaso.

Hoy, lo que los niños disfrutan está asociado a lo tecnológico y lo cibernético. Por eso debemos alfabetizarnos y estar a la altura del desafío de asesorarlos y mediar sobre qué consumir, qué no y en qué medida. El eje es la mediación. Y para mediar adecuadamente hay que estimular el deseo de saber y de disfrutar el camino del conocimiento y del aprendizaje, que incluye dificultades y fracasos. Los padres no deberían obstruir el deseo con estimulaciones precoces, pero sí mediar para prevenir la sobreexigencia y la exposición a juegos electrónicos o programas inadecuados para su edad. La mayor parte de la información que reciben los niños llega de los medios. Padres y escuela deben ofrecer espacios de mediación para transformar esos mensajes en experiencia, reflexión y conocimiento. Enseñar a mirar, leer y escuchar con ánimo crítico es más valioso que acumular conocimiento enciclopédicamente, porque les permite discriminar por sí mismos qué es lo mejor.

Dr. Enrique Silinger experto de la Sociedad Argentina de Pediatria