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El primero en notar que en Tomás Aramayo había algo especial, fue su pediatra, al ver que al año y diez meses el nene ya no usaba pañales. A los dos, sabía el abecedario en inglés y castellano; con tres, sumaba, restaba y escribía; y cuando cumplió cinco, multiplicaba y dividía.

"Como papás nos dábamos cuenta de que aprendía mucho más rápido de lo normal. Le gustaba muchísimo la lectura, la matemática y siempre fue muy sensible, de preguntarse por cuestiones filosóficas como la muerte", recuerda Liliana Almada, su mamá. "El pediatra nos aconsejó consultar con un área de alta inteligencia que depende del Ministerio de Educación de Jujuy: allí le hicieron una evaluación y dio que tenía ACI".

Los Aramayo viven en Purmamarca: Liliana, que es analista de sistemas, está casada con Sergio, docente universitario, y además de Tomás (13) son papás de Matías (10) que también tiene altas capacidades.

Desde muy chiquito, Tomás pedía ir a la escuela y seguía por la calle a los chicos con mochilas. Pero cuando empezó primer grado empezaron los problemas: en clase terminaba todo muy rápido y se aburría. "Necesitaba que le dieran un poco más de actividades que al resto; pero no más de lo mismo, como pensaba el docente", dice Liliana. "Lo retaban porque hacía la tarea en clase y algunos maestros no sabían cómo adaptarse a un chico como él, que es muy sincero. Se enojaban o se sentían desafiados".

Tomás pasó por escuelas públicas y privadas en San Salvador de Jujuy y Buenos Aires, donde sus padres se trasladaron por trabajo, pero en ninguna encontró la contención y atención necesarias.

Cuando Tomás empezó tercer grado, sus papás notaron que estaba estresado. "Le costaba mucho adaptarse a la rutina, tener que repetir una y otra vez lo que ya había aprendido. Decidimos sacarlo de la escuela y probar con el homeschooling, algo que él pidió. Ahí empezó una etapa muy feliz", explica Liliana. "Pero cuando terminó el año, teníamos a toda la familia encima preguntándonos por qué el chico no iba a la escuela".

Admite que con su marido repensaron la decisión, y decidieron que en cuarto grado volviera al colegio. Pero regresaron los conflictos: "Que no quería ir a la escuela, que le dolía la cabeza... El problema no eran sus compañeros sino la obligación de sentarse a repetir cosas que él ya sabía hacer", dice su mamá. "Los directores y docentes nos decían que no podían hacer una diferencia por un solo chico. Por eso, decidimos que a partir de este año, cuando arrancó primero del secundario, Tomás retomara el homeschooling, que no fuera a la escuela y rindiera libre".

Está anotado en un colegio en Salta, donde encontraron mayor flexibilidad, y allí se traslada cada dos semanas o una vez por mes para consultar a los docentes o cuando tiene que dar un examen. Además, hace clases inglés, robótica, talleres de ciencia, toca la zampoña en una orquesta y se dedica profesionalmente al ajedrez .

A partir del año que viene, Matías, que terminó quinto grado, empezará el homeschooling.

María Ayuso

www.lanacion.com.ar  02/01/17