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El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

El déficit es de casi 3.000 docentes. Y este año se achicó la matrícula en los magisterios. Dicen que es porque la carrera es exigente y los sueldos no convencen. Para el ministro Bullrich, “es preocupante”.

La palabra maestro utilizada como calificativo habla del prestigio social que la profesión tiene –o al menos alguna vez tuvo– en nuestro país. Por eso, ser “un maestro” es un reconocimiento no sólo para el que recibe el halago, sino para todos los que se ponen el guardapolvo y salen a educar en las aulas argentinas.

Sin embargo, en la Ciudad de Buenos Aires hay una luz de alerta: faltan maestros y las matrículas de los magisterios en 2012 revirtieron la tendencia de los últimos años, para sufrir un descenso en la cantidad de aspirantes.

 

En 2011 se inscribieron 6.834 personas en los 21 institutos de formación docente, contra los 7.071 que se habían anotado en 2010. La diferencia en principio no debería resultar alarmante, sobre todo si se tiene en cuenta que de 2009 a 2010 la matrícula había crecido. Pero así y todo existe un déficit de casi 3.000 docentes en el distrito, lo que tiene una mayor incidencia en las escuelas del sur de la Ciudad.

“Es una cantidad relevante porque en educación, aunque los porcentajes sean pequeños (la carencia ronda el 5%), afectan a muchos chicos y tienen una gran incidencia. Ocurre que esos chicos (unos 20 por docente) sufren pérdidas notables”, explica Andrea Alliaud, doctora en Educación de la UBA.

Al problema se agrega que la matrícula de alumnos viene creciendo en los últimos años, a paso lento pero firme. Según datos del Ministerio de Educación porteño, en el último año creció en 6.300 estudiantes en todos los niveles (en el sistema público y privado).

Así, son repetidos hoy los casos en escuelas de Villa Soldati, Mataderos, Liniers, donde los alumnos tienen horas libres durante varios meses porque no hay docentes que se hagan cargo de las horas cátedra. En el sitio web del ministerio de Educación pueden verse las vacantes que faltan cubrir.

Desde el gobierno de la Ciudad reconocen el problema: “Es un tema que nos preocupa mucho. Por un lado, en la sociedad la figura del docente ha perdido prestigio. Y a nivel salarial, el salario docente ha crecido pero todavía falta. Eso influye mucho en la elección de una carrera, más allá de la vocación”, dice Esteban Bullrich, ministro de Educación de la Ciudad.

La ciudad de Buenos Aires tiene 55.000 docentes en todos sus niveles y el mayor déficit se da en el nivel primario (lo que va ligado además al ausentismo y las licencias). En el secundario, las materias en las que faltan más profesores son Matemática, Lengua y Biología, aunque también hay vacantes en Historia, Geografía e Inglés. Desde hace cuatro años, muchos cargos docentes se cubren con listados de emergencia, y desde 2011 estudiantes se hacen cargo de cursos a pesar de estar en el último año del magisterio.

Para los especialistas, la falta de maestros se debe a que es una profesión con una formación muy exigente y una retribución salarial escasa: un trabajador formal cobra alrededor de 3.500 pesos, contra el salario de 2.980 que se acordó en la última paritaria. “Hay un desprestigio de la profesión: Macri los llamó vagos, Cristina dijo que tienen tres meses de vacaciones. Ser docente es una profesión que habría que apoyar, no denostar”, dice Laura García Tuñón, legisladora de la Ciudad por el Frente Amplio Progresista y maestra con 30 años de experiencia.

Para Eduardo López, dirigente gremial de UTE-Ctera y profesor de Geografía en una escuela de Villa Soldati, “los pibes de la ciudad de Buenos Aires prefieren volcarse a otras profesiones. Son data entry, trabajan en software. Hay otros oficios que actualmente tienen un mejor reconocimiento”.

Luego de una reforma del plan de formación, desde 2009 para ser docente se requiere una cursada de cuatro años. Algo que los especialistas destacan como positivo, pero que al mismo tiempo termina atentando contra la vocación de muchos. “Hoy hacen jornada completa, no pueden tener un trabajo y le tienen que dar dedicación full time. Que tengan formación es muy bueno, pero debería haber más incentivos, como que esa formación les permita hacer un posgrado”, dice García Tuñón.

Para Alliaud, “que las carreras docentes no sean tan fáciles y cortas como eran antes explica en parte la reducción de la matrícula de aspirantes. No sólo los años de cursada se ampliaron de tres a cuatro, sino que las horas de práctica se duplicaron”. Según su punto de vista, “la idea del docente que gana poco sigue en el imaginario colectivo, pero hoy ya no es tan así. Sería bueno difundir la carrera en los últimos años del secundario y tratar de recuperar la mística que en los últimos años lamentablemente se perdió”.

López no cree lo mismo que Alliaud en cuanto a la remuneración. “No es proporcional respecto de la formación que tiene cada futuro docente –afirma–. A pesar de eso, muchos chicos siguen adelante con una vocación y una fuerza destacable”. La vocación que ha transformado la palabra maestro en un calificativo.

“Gran parte de la sociedad no nos valoriza, nos considera unos vagos”

Por el antiguo edificio de la Escuela Normal Superior 8 pasaron varias generaciones de docentes. Hoy, allí, en sus aulas centenarias del barrio de San Cristóbal, se forman los futuros maestros de primaria e inicial.

Clarín habló con algunos de ellos.

Julieta Pozzuto (21) está a poco más de un año del objetivo. “Mucha gente cree que se estudia poco, pero hoy la carrera es de 4 años, haciéndola rápido y sin tener muchas ocupaciones”. Recomienda el magisterio “sólo para el que tenga convicción. Trae muchas recompensas, quizá no económicas, pero sí de otro tipo”.

María Antonella Prícolo (27) dejó la Abogacía por el profesorado de primaria, pese a que le decían ‘¡para qué vas a estudiar eso si después tienen paro, te la pasás recortando y das cualquier cosa!’ No lo comparte. “Un docente trabaja mucho, no sólo en el colegio, sino que recarga trabajo en la casa y vive para esto. Está pensando todo el tiempo, lee una revista, ve algo que le interesa y enseguida piensa en aplicarlo. Te atraviesa la vida”. No la asusta la indisciplina. “La autoridad de un docente se ejerce con el ejemplo. Escuchar y que te escuchen. Eso del ‘siéntense, cállense y hagamos esto’ ya no va”. Dice que un buen docente “no es sólo el que transmite contenidos, sino el que presta atención y está atento para ayudar a los chicos a superar dificultades”.

Como esa maestra que marcó para siempre a Florencia Simaldoni (24). Estudiaba Odontología, hasta que un verano trabajó en una escuela de Lugano y se le produjo el clic. “Iba muy contenta todos los días a ver a los nenes, cómo necesitaban el cariño y me enamoré de la profesión”. Hoy cursa segundo año del profesorado de inicial y desea un mayor reconocimiento. “Siento que la sociedad o gran parte de ella no nos valoriza. Nos considera como unos vagos, que tenemos tres meses de vacaciones y no entienden el rol fundamental de la educación. Nos ven como que sólo cambiamos pañales, cortamos goma eva y cantamos canciones”.

Gabriela Suárez (38) desarrolló su vocación en dos escuelas: las que asistió como alumna y a las que la llevaba su madre, docente ya jubilada. “Cambiaron las infancias, la sociedad, los valores y un montón de cosas que vienen de familia y la escuela es un reflejo de esos cambios. Antes era la ‘señorita maestra’ y su guardapolvo blanco. Hoy cumple funciones que, aunque la enriquecen, no tendría que asumir porque la escuela ya es un lugar de contención, además de uno de enseñanza”. Tampoco es el mismo el chico que está sentado frente a su maestra, acota Julieta. “Repetir modelos pasados no sirve. El que tenemos en frente es totalmente distinto al que Piaget decía que era un niño”.

Dos caras de la crisis: fusión de cursos y maestros no recibidos

El Ministerio de Educación de la Ciudad dispuso a comienzos del año pasado, tras un acuerdo con los gremios docentes en la instancia de paritarias, que los alumnos que cursan el último año de la carrera de magisterio, todavía sin el título habilitante, puedan estar al frente de un aula, como maestros suplentes.

“Esta medida vino a cubrir en parte un déficit que se había dado cuando el magisterio pasó de tres años a cuatro. Entonces decidimos que mientras los maestros cursaban el último año del magisterio podían dar clase”, explicaron fuentes del Ministerio de Educación.

A esta medida se sumó, a principios de este ciclo lectivo, la fusión de cursos con menos de 15 alumnos. Uno de los argumentos fue el de redistribuir los docentes. La medida fue polémica y muy resistida por los gremios. Hubo paros con alto acatamiento y todavía siguen los abrazos simbólicos y los cortes de calles y alguna toma en las escuelas. Sin embargo, el juez en lo Contencioso Administrativo Hugo Zuleta autorizó la iniciativa, siempre y cuando se respetaran los cupos de alumnos que establecía la resolución administrativa.

Según el anuncio oficial, fueron 96 los grados de escuelas públicas con menos de 15 alumnos que fueron reagrupados. Y en la medida no se incluyeron a los distritos considerados vulnerables, como Villa Soldati, Pompeya, Lugano y Mataderos.

Más allá de estas medidas de emergencia para cubrir “baches” del sistema, otra medida apuesta al largo plazo: desde el Ministerio de Educación pusieron en marcha el programa “Sé Maestro”, que promueve la elección de la carrera docente entre alumnos de los últimos años de la secundaria.

www.clarin.com 11/06/12

 

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