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Asesoramiento,formación e información sobre pedagogías alternativas.

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El asesoramiento se brinda a familias y/o a grupos o instituciones...

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Tenemos la gran oportunidad de cambiar la educación criando niños felices aprendiendo con alegría, entusiasmo y amor.

Padres y expertos se enfrentan sobre cómo calificar a los chicos

"Ciento por ciento a favor. Existe el 1, pero también el 10. El aplazo no es un estigma, es un aplazo. Y para levantarlo, como me pasaba a mí cuando iba al colegio, tenés que practicar, estudiar el doble o el triple. Pero la sensación de levantar esa nota no se compara con nada", dice, enfático, Miguel Wildmar, padre de mellizas de 8 años.

En la vereda de enfrente se para Romina Méndez, mamá de Eric y Luz, de 9 y 7 años respectivamente, que retruca: "Aplazo se escribe con las mismas letras que «palazo», y creo que esa palabra es la que mejor define el impacto psicológico que tiene en un chico no estar a la altura de lo que la maestra espera de él. Es resultadista".

Desde que la gobernadora de la provincia de Buenos Aires, María Eugenia Vidal, anunció, la semana pasada, que cambiará el sistema de calificación para volver a los aplazos, el tema encendió la mecha y dividió las aguas. Expertos en educación, políticos, gremios, maestros, padres y alumnos debaten sobre la cuestión. Aunque la mayoría, sin embargo, coincide en que la discusión no puede centrarse en la dicotomía entre el estímulo o la estigmatización que provoca una puntuación insuficiente.

Consideran que hablar sólo de aplazo descontextualiza y evade el problema real de la educación, donde la clave está en mejorar la enseñanza para no quedar atrapados en un camino que conduzca a la expulsión a través de la repitencia.

Así lo entiende, entre varios de los expertos consultados por LA NACION, Axel Rivas, director del Programa de Educación de Cippec: "La meritocracia pura reproduce la desigualdad social y condena a los que están en desventaja. La no meritocracia es un populismo pedagógico. Todo vale lo mismo, todos pasan. Ni una cosa ni la otra; modelos de enseñanza que se enriquecen en la diversidad, que generan justicia dentro de las aulas sin olvidar los esfuerzos, que potencian a cada alumno y al grupo".

Pero Rivas, ante todo, considera que hay dos grandes equívocos en torno a la cuestión. "El primero es legal: nunca se eliminaron los aplazos en la provincia de Buenos Aires; por lo tanto, nunca se reinstalaron. Siempre estuvieron presentes en la normativa. El cambio de régimen académico [resolución 1057/14] introdujo muchas cuestiones de la educación primaria, pero no eliminó los aplazos. Fue una norma integral que tomó en cuenta grandes avances en las concepciones pedagógicas y que tuvo como base la experiencia piloto en 150 escuelas", dice Rivas.

El especialista agrega: "Uno de los aspectos que modificó aquella resolución fue la escala de puntaje: se eliminó la de 1 a 3 y quedó la de 4 a 10. Los alumnos con nota 4 a 6 estaban desaprobados, o aplazados. Y lo que se hizo ahora fue volver a modificar la escala numérica, que restablece las notas de 1 a 10".

El segundo equívoco, según Rivas, es más profundo y se esconde detrás del falso dilema repitencia o promoción automática. "Éste ya es un debate viejo para la pedagogía pero se reedita una y otra vez. Ninguno de ambos caminos es el correcto, pero está probado por innumerables estudios que la repitencia es la peor alternativa pedagógica. Por ejemplo: en las pruebas de la Unesco para toda América latina se demostró que en los 15 países participantes ningún otro factor tiene más efecto negativo en los aprendizajes que la repitencia, aislada de todo factor social."

Pese a esta aclaración, un 1 escrito en el margen de la hoja o un insuficiente en el boletín de un niño de primer grado tienen un impacto que, a ojos de los especialistas, afecta emocionalmente a un chico.

Edgardo De Vincenzi, presidente de la Asociación de Entidades Educativas Privadas de la República Argentina (Adeepra) abre la incógnita: "¿Puedo con un aplazo evaluar la actitud de un niño en plena edad de formación? Porque lo que está en debate es el aplazo en los primeros años de la primaria, cuando todavía se están consolidando los pilares que servirán de sostén para toda la vida. Si bien se dice que también se agrega el sobresaliente, ¿puede alguien explicarme cómo un chico de 6 u 8 años está en condiciones de discernir entre fracasar o triunfar si esto tiene como parámetro de medición una nota?".

Madre y docente

Para Fernanda Dinahet, madre y docente de nivel inicial, tanto los aplazos, los insuficientes o las caritas tristes no hacen más que contribuir a la frustración permanente que debilita el ego de los chicos.

"Con los que les salen las cosas «bien», es decir, las esperables por el adulto, seguimos para adelante y con el que no, que salga adelante como pueda. Un niño que en sus primeros pasos escolares se frustra, seguramente en un futuro será un adulto inseguro, incapaz de crear o tomar decisiones."

No piensa igual María Pía Castillo, coordinadora de programas de la Fundación Padres y para quien, en principio, no habría que hablar de fracaso frente a un aplazo, "ya que la evaluación es parte del proceso de aprendizaje del cual son partícipes alumnos y docentes".

Según la especialista, hay que entender que las notas son una herramienta para evaluar tanto el aprendizaje como la necesidad de modificar conductas. "En este proceso de enseñanza-aprendizaje hay obstáculos que tenemos que resolver. Esto nos permite desarrollar algo que, en estos últimos años, los niños y también los adultos hemos perdido y que es la tolerancia a la frustración", dijo.

Y se preguntó: "¿Qué significa esto? La posibilidad de postergar el deseo, de reprimir los impulsos como personas libres y responsables. Esta capacidad de tolerar las frustraciones se enseña desde muy chiquitos a través de la educación de los hábitos, la vivencia de los valores y, por ende, el desarrollo de las virtudes. Hoy todo parece que debe ser inmediato, en abundancia, divertido y espontáneo".

Sin embargo, Carolina Duek, socióloga e investigadora del Conicet en temas de infancia, hace foco en cómo se inserta un aplazo en la vida cotidiana de los chicos de todo el país.

"Creer que un aplazo representa lo mismo en todas las casas, en todas las infancias, es una generalización equivocada. Es creer que todos los alumnos son parte de una clase media alimentada. Si me preguntan si el aplazo estimula o estigmatiza, la respuesta es que depende. En determinado contexto puede conducir a una reflexión familiar sobre qué cosas se están haciendo mal y cómo hay que levantar esa nota. Pero creer que cuando llega el boletín a la casa, la mamá cocina algo rico para celebrar el logro escolar es un reduccionismo. Si un chico va a la escuela porque es el lugar donde come, eso no va a ocurrir", dijo Durek.

Y agregó: " Es altísimo el número de boletines que directamente no vuelven al colegio, ni firmados por los padres, ni sin firmar. Son muchos los chicos que no tienen esa contención familiar y para ellos un aplazo, no sé si estigmatiza pero, seguro, desalienta a seguir en la escuela". ¿De quién es el fracaso detrás de un aplazo de un chico de 6 años?

La investigadora no tiene dudas: "Del sistema educativo. No del chico que no entendió, del docente que no supo explicar o de la mamá que no se sentó a hacer la tarea con su hijo. Entonces, ¿por qué la mala nota se la lleva sólo el alumno?".

Soledad Vallejos
Con la colaboración de Evangelina Himitian

www.lanacion.com.ar 15/05/16

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