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Hacer cuentas ¡qué problema! A diferencia de aprender a hablar, que, en general, el niño lo hace sin mayores dificultades, el aprendizaje de la aritmética elemental exige siempre un esfuerzo especial, en cualquier idioma. Nos podemos preguntar por qué, ya que se trata también de aprender un código convencional.

¿Dónde está la diferencia? La ciencia actual comienza a dar algunas respuestas. Uno de los más destacados expertos, el matemático francés Stanislas Dehaene -convertido en psicólogo cognitivo- descubrió que el cerebro humano procesa el "número" y las operaciones aritméticas elementales de una manera completamente diferente de lo que sucede durante la adquisición del léxico, la sintaxis y la semántica del lenguaje.

Los neurólogos ya conocían desde hace tiempo que algunas lesiones en el lóbulo parietal del cerebro producían trastornos en el cálculo numérico ( discalculia ), que en algunos casos llegaban a impedir toda manipulación con números ( acalculia ). Ahora podemos entrar también en la intimidad del cerebro normal, con consecuencias importantes para la educación.

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En el caso de las operaciones aritméticas, Dehaene identifica tres componentes, tres módulos (a, b, c) que intercambian información. Tomemos el ejemplo de:

a) La cifra "12".

b) La palabra "doce".

c) La magnitud, cantidad o "numerosidad" relacionada con estas expresiones ("mayor que una decena" y "menor que una centena").

Cada lengua tiene una forma de "representar" la serie de números y hay muchos códigos numéricos según las culturas. Para los romanos, la unidad se representaba con un trazo vertical I, el dúo por II, la terna por III. En chino, en cambio, los trazos de los tres primeros números (yi, er, san) son horizontales. Pero es obvio que las cantidades representadas son las mismas.

Se ha podido comprobar que muchos animales distinguen perfectamente la numerosidad de unos pocos objetos y de otras características, como forma, color, tamaño. También los niños de pocas semanas de edad lo logran. El problema se hace insuperable cuando se trata de discriminar conjuntos con muchos elementos.

La única manera de decidir si un grupo de 30 objetos es menor o mayor que otro de 31 es contarlos. Para ello se requiere transitar mentalmente por lo que se ha llamado "la línea numérica", una serie que va de números pequeños a grandes, sin término. Siempre podemos agregar una unidad a un conjunto, por mayor que sea.

Esta línea numérica es suficiente para estimaciones aproximadas. Nos ayuda a saber que un conjunto de 12 elementos es menor que uno de 30, casi automáticamente, pero no nos ayuda mucho cuando debemos distinguir entre conjuntos no tan distantes, por ejemplo entre 28 y 30.

Cuanto mayor es la "distancia numérica" tanto más rápida es la distinción que hace nuestro cerebro, sea con conjuntos de puntos, cifras o palabras. Lo que indica que no es el "formato" de la presentación sino la "cantidad" el valor que el cerebro calcula. Y lo hace, precisamente, en la zona parietal inferior de ambos hemisferios cerebrales; en cambio para la lectura y escritura de las cifras se utiliza la corteza visual y temporal, mientras que la representación verbal, escrita o hablada de los números se procesa en la zona del lenguaje, generalmente en el hemisferio izquierdo.

Antonio Battro

www.lanacion.com.ar 13/07/03