Imprimir

Las escuelas de la zona afectada contienen a los alumnos que perdieron su casa y hasta familiares por el derrumbe. Los docentes buscan que los alumnos puedan desahogarse y contar lo que les pasa.

A seis días de la explosión que derrumbó una torre de nueve pisos en pleno centro de Rosario, todos quieren contar algo. Docentes, padres y madres necesitan hablar sobre lo que pasó y cómo viven después del estallido.

 

Y los chicos no son la excepción. Luego de que se suspendieran las clases, las escuelas afectadas por el siniestro volvieron a clases. Y al reabrir sus puertas, asumieron la tarea deresponder a la necesidad de los niños que quieren expresarse y hablar sobre su experiencia.

 

“Tembló todo y no sabíamos qué pasaba, yo pensé que había sido acá”, recuerda Susana Ameglio, mientras de fondo se escucha el bullicio de los chicos que terminan el recreo y vuelve a sus aulas. Asomada al patio interno de la Escuela número 54 General Manuel Belgrano, la maestra de nivel inicial revive en su relato las sensaciones de aquel día en que el humo que se elevaba a sólo tres cuadras de allí.

La vicedirectora de la primaria, Mabel Yalis, también aporta detalles de aquel martes trágico: “Tuvimos nenas alérgicas, hubo ataques de nervios, los papás venían llorando a buscarlos”. El estallido le pegó muy de cerca a la comunidad del establecimiento, compuesta por muchas familias vecinas y con cinco alumnos que viven sobre Salta al 2100, la cuadra en la que se produjo el incidente.

Las actividades en la escuela quedaron suspendidas hasta último el jueves. “Las psicólogas del Ministerio de Educación nos aconsejaronque el ritmo no se modificara, aunque ellos vieran afectado todo lo demás”, señala Ameglio.

Cuando volvieron a abrir las puertas, la ronda que suelen hacer en el hall para comenzar la jornada se llenó de voces jóvenes que compartían lo visto y oído. En los salones, aporta Mabel, “todos estaban alborotadísimos”. Susana, que trabaja con los chicos de jardín, coincidió y rescató el relato de Lucas, un nene que va al turno tarde y vive frente a la torre que se desplomó: “El balcón de mi mamá está lleno de plantas, yo veía que se derrumbaba el edificio y el gas se vino todo para mi casa”, le dijo el chico.

No hubo menores de edad entre las víctimas fatales de la explosión en Salta 2141. Sin embargo, al menos cuatro niños fueron internados por las heridas que sufrieron en medio del desastre. Uno de ellos es Enzo, que con apenas 4 años vivió para contar cómo su padre lo rescató entre los escombros. “Él sabe, nos comentó que hubo un derrumbe”, afirmó Néstor. Si bien consideró que su hijo “está bien de ánimo” e incluso se permitió contar que le trajeron “una cantidad de juguetes enorme”, admitió que lo más difícil será abordar la muerte del abuelo (su suegro), quien vivía en un departamento vecino.

Perder a un ser querido y quedarse sin casa son dos de los costados más terribles para quienes vieron sus hogares reducidos a escombros. El jueves, a sólo 48 horas de la explosión, una nena de preescolar de la escuela Belgrano llegó junto a su maestra a la dirección. “Estaba súper angustiada porque tenía el perrito adentro de su departamento y ella vivía en la torre que se derrumbó”, detalla Yalis.

A medida que pasan los días, las maestras y los chicos siguen conversando sobre el derrumbe y sus consecuencias. “Todos quieren contar algo porque, aparte, se empaparon de noticias y de tanto escuchar”, dice Yalis.

Susana, también vicedirectora en el nivel inicial, marca que el día del reencuentro “ los papás lloraban en la ronda porque ellos también contaban” lo que les había sucedido junto a sus hijos. Mientras algunos buscan reacomodarse tras la tragedia con sus familias y sus hogares, Ameglio destaca el rol de las actividades diarias como el dibujo. A pesar de que no son días sencillos, confía: “ Todo lo que los chicos tienen adentro, les va a salir más adelante ”.

La clave está en restaurar el equilibrio social

POR LILIA SOSA Y JOSÉ GARCÍA RIERA*

Ante un evento de características catastróficas, claudica la concepción de la realidad, generando una situación crítica, la modificación brusca de la estructura familiar y la irrupción de sufrimiento psicofísico por la aflicción y el miedo.

Para la OMS, de un tercio a la mitad de la población expuesta resulta afectada, expresando respuestas adaptativas o patológicas. En uno u otro caso, los problemas requieren atención.

La población infanto juvenil afectada por catástrofes resulta comprometida en su desarrollo biopsicosocial por las secuelas psíquicas. El segmento de menores a 5 años el más vulnerable.

Los efectos se manifestarán según edad de cada niño o joven, dependiendo de su capacidad de comprensión de los eventos vitales acaecidos y la respuesta ambiental, según las variables culturales.

Resultan importantes las intervenciones en crisis y en posvención. Las mismas deben considerar a niños, jóvenes, adultos, familias y la comunidad afectada. Estas acciones deben estar destinadas a restaurar el equilibrio y adaptación psicosocial en los primeros momentos críticos, incluyendo la intervención especializada para emergencias psiquiátricas.

* Docentes cátedra Psiquiatría Niños de la Facultad de Medicina (Universidad de Rosario)

www.clarin.com   12/08/13