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Crece la oferta de cursos para niños y jóvenes émulos de Steve Jobs

"Dejame que te explique", pide Rocío, alumna de primer grado del Colegio María de Guadalupe, de Pacheco, sin dejar la tablet en la que aprende a programar con un juego de Angry Birds. Este colegio lanzó hace pocos meses la iniciativa Tictac, de formación integral en uso de nuevas tecnologías, que incluye rudimentos de programación. En Palermo, Nicolás Bilinkis y Joel Sobol Mark recién cumplieron 15 años y estuvieron entre los estudiantes fundadores del taller Creactivis, donde se enseña y aprende a programar. Hace unos meses lanzaron Bookmerang.com.ar, una plataforma para vender y comprar libros escolares usados.

Mientras en varios países la enseñanza de coding ya es una materia curricular (en el Reino Unido, desde este mes), en la Argentina es todavía una rareza, pero atrae a cada vez más estudiantes e interesa a instituciones educativas que, con ayuda estatal o privada, empiezan a dictar talleres. "Cuando sos chico es fácil aprender. Sólo saber manejar Word o Excel no va a servir para nada", dice Nicolás.

Los más chicos aprenden con juegos como Lightbot y los más grandes se lanzan a escribir líneas de código. En todos los casos, programar jugando y crear programando es la lógica que siguen las iniciativas en marcha.

Los primeros cursos fueron tutoriales y talleres online que pueden encontrarse en YouTube o en plataformas específicas como CodeAcademy o CodeSchool. Santiago Aranguri, que ahora tiene 15 años, llegó hace un año a Creactivis con un proyecto: "Era una idea que me venía revoloteando desde hacía tiempo y que era poder ayudar a buscar a las personas perdidas en la Argentina", contó a LA NACION. Aquel proyecto se volvió realidad: se llama extravíodepersonas.com.ar y permite a los familiares de personas perdidas reportar su ausencia para que los usuarios de la aplicación puedan aportar datos que faciliten su búsqueda.

Cada viernes, pasadas las 15, el espacio AreaTres Labs, en Palermo, se llena de chicos cargados de mochilas, notebooks, tabletas y celulares. Llegan antes del comienzo formal del taller Creactivis y se quedan después de hora. Solos o en equipos de dos o tres, estos chicos de 13 a 18 años (inquietos, curiosos y siempre activos) generan ideas, experimentan con herramientas y crean proyectos tecnológicos con impacto social.

Santiago, Nicolás y Joel también son alumnos de la Escuela Técnica ORT, donde también programan. Darío Mischener, director de la Orientación de Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC) de esa escuela, confirmó: "La inquietud y el número de los alumnos crecen cada año y así crecen proyectos que después se convierten en emprendimientos tecnológicos". La metodología del trabajo en ORT es siempre por proyecto. "Los alumnos trabajan en equipos pasando por todo el ciclo de proyectos durante el año: desde la idea que les apasiona hasta la realización completa", agregó Mischener, convencido de que "la escuela debe ir adonde va el mundo".

De que el mundo esté conectado hablan también otros alumnos de la ORT y del taller Creactivis, Matías Piccioli y Matías Kulevicius. Ambos tienen 14 años y están desarrollando "un videojuego apocalíptico" con la idea de juntar varios juegos y unirlos en uno. No sólo están pensando en innovaciones y en un alcance global de su proyecto, sino también en hacerlo completamente open source, "para que la comunidad pueda modificarlo y repercutir".

"Una vez que te metés, es fácil", coinciden ambos desarrolladores y agregan: "Pero tiene que ser lo que te gusta". Su par, Mateo Roizman, tiene 16 años y programa desde 2005. Ahora se ocupa modelando un simulador para manejar autos con el visor de realidad virtual Oculus Rift, porque le gustan los proyectos complejos.

Cacciagnano, de Creactivis, jamás pensó que ese taller pudiera convertirse en una comunidad, como la definen sus integrantes. "Tengo un acuerdo con los chicos: yo no digo que no a sus ideas, pero ellos están obligados a aprender todo el tiempo", advierte aunque sin imponer su autoridad, porque "la disminución del poder es natural y hoy un chico sabe más que su profesor".

Para Santiago Ceria, director ejecutivo de la Fundación Sadosky (vinculada a la industria del software), que impulsa el proyecto nacional Program.ar, "aprender a programar es bueno para el desarrollo de habilidades y capacidades como abstracción y modelado".

El proyecto Program.ar ya promovió varias iniciativas en la enseñanza de programación, entre ellas, talleres en las escuelas secundarias y la competencia Dale Aceptar, que ya tuvo más de 30.000 participantes. A su vez, el gobierno de la ciudad de Buenos Aires también tiene iniciativas educativas en este ámbito, como Programá tu Futuro, con proyectos y talleres presenciales yonline y encuentros como Red Innova, donde los emprendedores generan ideas con todos los participantes en los hackatones.

DESDE PRIMER GRADO

En el Colegio María de Guadalupe, de Pacheco, donde la enseñanza tecnológica (programación incluida) empieza en los primeros grados, los docentes buscan que los chicos estén siempre en el mismo nivel y aprendan solos, sin esperar las órdenes de ningún profesor. Son ellos los protagonistas del aula y ya están programando con Angry Birds, Lightbot y otros juegos de resolución que forman parte de su educación.

Soledad Olaciregui, coordinadora del proyecto Tictac en esa escuela, impulsó el programa con ayuda de la plataforma Code.org y los dispositivos donados por la Fundación Telefónica. Code.orges gratuita y está disponible en 34 idiomas con más de 18.000 millones de usuarios en todo el mundo en su primer bloque. "Programación es una herramienta para toda la vida laboral", afirmó Olaciregui.

Actualmente, son pocos los colegios que implementan programación en su plan de estudios. Y aunque todavía es temprano para hablar de resultados en este colegio, la coordinadora dice que los alumnos empezaron a jugar "el Code" en su tiempo libre y así avanzaron mucho más que la dinámica de las clases en el colegio.

"Antes, cuando les preguntábamos qué querían ser en su vida, las respuestas más comunes eran artista o futbolista. Ahora cada vez más escuchamos nuevas profesiones, incluida la de programador", agregó María Paz Mendizábal, directora de la Fundación Educativa María de Guadalupe, que está detrás del colegio, que tiene el objetivo de garantizar una educación de calidad a chicos que se encuentran en situación de pobreza en el barrio Las Tunas, de General Pacheco, en Tigre.

www.lanacion.com.ar  28/09/14