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Satisfacer el ansia de conocimiento de algunos y encarar nuevos interrogantes por parte de investigadores por otro, han puesto a las neurociencias en la vista de todos, incluso en una muestra en la calle que termina hoy

Decenas de libros publicados, documentales colgados en Netflix, charlas en radio y televisión, eventos inspiracionales que ofrecen la experiencia de "pensar en vivo" y, ahora, una muestra que invita a experimentar in situ cómo reaccionamos ante diferentes estímulos. El cerebro es la estrella del momento, la más convocante y que más miradas atrae, pero ¿por qué nos interesa tanto? ¿Qué tiene el cerebro que hizo que las neurociencias se conviertan en protagonistas no sólo de la medicina, sino también de los medios? "Hay todo un auge, porque básicamente el siglo XXI es el siglo del cerebro", define Miguel Velárdez, doctor en biología molecular, y uno de los expositores de "Cerebro Interactivo", una instalación montada en Plaza San Martín (Av. Santa Fe y Maipú, en el centro porteño; termina hoy) que, por medio de microconferencias grabadas y una experiencia en vivo, propone aprender más sobre los procesos de pensar, sentir y tomar decisiones.

Un órgano enigmático

"El cerebro nos interesa por cosas tan simples y tan complejas como el hecho de que es el que piensa, el que regula nuestras emociones, porque es quien toma las decisiones y nos da la conciencia", resume Horacio Dillon, médico neurocirujano y director del Departamento de Neurociencias del Hospital Alemán, entidad que coorganiza la muestra que termina hoy y estará abierta gratis al público hasta las 19. "Es un órgano totalmente enigmático, que recién ahora estamos empezando a descubrir, y que ante cada descubrimiento genera un efecto cascada, otro montón de cosas para estudiar", explica Dillon.

Y hay más: notas periodísticas abordadas desde la perspectiva de las neurociencias, obras de teatro que las combinan con el humor y el stand-up, almuerzos televisados con la opinión (sobre cualquier tema) de algún neurocientífico y charlas de ocasión condimentadas con algún dato escuchado al pasar ("Hay empresas privadas que ya usan a las resonancias magnéticas como un detector de mentiras", por ejemplo). "La gente tiene un interés especial en las neurociencias sobre todo porque es un tema apasionante, que se está divulgando a veces con seriedad y a veces de una forma más liviana, pero que siempre consigue hacer su aporte", concede Dillon. Velárdez, por su parte, considera que debido al auge de las neurociencias a nivel mundial, se plantea la necesidad de abrir un debate: "Hay temas que necesitan ser discutidos para ver cuáles son las implicancias legales, éticas y sociales de su utilización, y del conocimiento generado a partir de ahí", sintetiza.

Una muestra para entender cómo funciona

"Cerebro Interactivo" aborda a este órgano desde las distintas perspectivas que permiten las neurociencias que, explica Dillon, "no son disciplinas médicas, sino ciencias que ayudan a la medicina para el diagnóstico, el tratamiento y la investigación del cerebro, tales como la biología, la ingeniería, las matemáticas, la informática, la física y la química". Temáticas como la de la alimentación y el desarrollo del cerebro (por el Dr. Abel Albino), el desarrollo cerebral y el medio ambiente (por la Dra. Mónica Oliver), el tiempo y el cerebro (por el Dr. Diego Golombek, premiado por la Unesco por su labor de divulgación) y qué nos pasa por la cabeza mientras tomamos una decisión (por el Dr. Mariano Sigman), entre otras, sirven como introducción para la experiencia final: la posibilidad de cada visitante de visualizar en una pantalla cómo reacciona cada parte de su propio cerebro ante diferentes estímulos sonoros.

"Es absolutamente necesario bajar los conocimientos y explicarlos de una manera simple, especialmente si están relacionados con algún tipo de patología o enfermedad que hay que prevenir", justifica Velárdez. El desafío parece ser doble para los neurocientíficos: por un lado, satisfacer las preguntas y el ansia de conocimiento por parte de los "comunes"; y por el otro el de encarar nuevos desafíos que encuentren las respuestas a los interrogantes planteados, para que luego haya otras cuestiones por dilucidar.

"En Estados Unidos y Europa hay un grupo de investigadores que están mapeando cada una de las células del cerebro", cuenta Velárdez, ansioso por ser didáctico pero sin dejar de tener un ojo puesto en lo que se viene. "Hablamos de 250 mil millones de células, de cuyo total un poco menos de la mitad son neuronas. Intentan establecer cómo se comportan desde que se forman hasta que uno se muere, cómo se conectan, con quién o quiénes lo hacen, qué función tienen y todo su perfil de síntesis de proteínas. Entender eso es, quizás, el desafío más grande de la humanidad", sospecha, "y es únicamente comparable al proyecto del genoma humano, pero más complejo aún".

Si en algún momento llegamos a entender al cerebro, ¿podremos entendernos a nosotros mismos? "Seríamos un organismo que quiere entender cómo funciona su forma de percibir el mundo, algo muy difícil", pronostica Velárdez, mientras Dillon, que a pesar de llevar varias décadas en ejercicio de su profesión, no deja pasar la oportunidad de buscar la explicación más perfecta para el porqué de esta moda: "porque aunque recién estemos empezando a descubrirlo, ya es apasionante".

Leo Ferri

www.lanacion.com.ar  06/11/15