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El cerebro es el órgano que más rápido crece. Cuando el niño nace, el cerebro pesa del 1 al 2% de su peso corporal, alrededor de 35 a 70 gramos (seis monedas de un peso para arriba). A los 14 meses, cuando camina, 900 g (150 monedas), el 80% del peso definitivo; ya en el adulto llega a 1200 g (200 monedas). Por lo tanto, el crecimiento gigantesco lo hace en el primer año de vida. El cráneo crece 12 cm en el primer año, pero solamente 2 en el segundo.

¡Lo hecho hecho está! Nunca más tendrá esta posibilidad. Si queremos trabajar sobre un cerebro, hay que hacerlo en el primer año, el que marca la suerte del individuo, de esa nación. Después de esta primavera, viene el verano, el otoño y el invierno. No más primaveras.

La desnutrición es el resultado final del subdesarrollo, genera debilidad mental: pobre cableado neurológico. Ese niño estará condenado de por vida, no tendrá posibilidades de aprender y pobres posibilidades laborales. El daño es individual y social.

Ahora bien, este vertiginoso crecimiento no sólo depende de una buena alimentación, sino de la buena estimulación afectiva que el niño reciba, papel principal de la familia, la única escuela de humanidad que existe.

En este punto es donde la metodología de Conin se convierte en referente para la prevención y recuperación de la desnutrición infantil, ya que realizamos un abordaje integral e interdisciplinario de la problemática social que da origen a la extrema pobreza: involucramos a la madre como primer agente sanitario y artífice principal de la recuperación de su hijo.

Gracias al aporte de organizaciones del campo, hemos replicado 35 centros de prevención en el país y 4 en el extranjero, conformando una red que atiende a más de 2500 niños y alrededor 1500 madres por mes, con bajo costo y un notable impacto social.

Si queremos una gran nación, debemos dignificar a los argentinos y a sus hogares a través de cinco acciones que deberían ser políticas de Estado que se mantengan duraderas:

1) estimular y alimentar el cerebro del niño adecuadamente en el primer año de vida; 2) educar y estimular ese cerebro. La educación es una semilla maravillosa, pero como toda semilla necesita un sustrato donde sembrarse; 3) cloacas; 4) agua corriente y agua caliente, y 5) luz eléctrica.

Si hacemos estas cinco cosas seremos una potencia en 30 años y el desarrollo será una consecuencia. Debemos terminar con la eterna guerra del hombre contra el hombre e iniciar todos juntos, como hermanos que somos, la única guerra que vale la pena, la única en la que todos ganamos, la guerra del hombre contra el hambre.

Por Abel Albino

El autor es pediatra, y fundador y presidente de la Cooperadora de la Nutrición Infantil .

www.lanacion.com.ar 09/09/11