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RIO GALLEGOS.- Claudia Carabajal tiene 45 años y hace 17 que cada mañana abre las puertas de la Escuela Rural N° 37 en Bella Vista, un paraje ubicado a 110 kilómetros de esta ciudad sobre la ruta nacional 40 y a sólo 12 kilómetros de la frontera con Chile.

Todo es distinto en una escuela rural, la educación se personaliza, los recreos se alargan y el estudio se mezcla con juegos.

Ayer, la mañana en este paraje patagónico apenas era alterada por el ruido de las topadoras que amasan el futuro asfalto de la ruta que pasará por la puerta de la escuela. A su lado, sólo se encuentra un destacamento policial. Claudia Carabajal nació en Santiago del Estero y en 1994 llegó a la escuela a la que ató su destino. Y así como encontró trabajo y la razón de su vida, también lo perdió todo bajo las llamas en un incendio terrible en 2000.

"Se perdió el archivo de la escuela, materiales y también perdí fotos, cartas y recuerdos irrecuperables", relata a LA NACION la maestra que parece no temer a nada.

Durante 10 años, las clases se dieron en un saloncito que ella denominó "aula-dormitorio", hasta 15 alumnos llegaron a amontonarse para aprender a leer, a sumar y también a convivir. Apenas un mobiliario separaba el aula del reducido espacio en el que vivía la maestra-directora de la escuela y su hijo Mirko. En 2009 se inició la construcción de la actual escuela con fondos del Programa de Mejoramiento de Escuelas Rurales.

"Los chicos en una escuela rural aprenden a respetar el tiempo del otro", sintetiza la docente, al explicar cómo lleva adelante el concepto de aula plurigrado, donde un mismo contenido se adapta a todos los niveles.

Ella también se fue adaptando a todo, incluso a dar clases en una hostería a tres kilómetros de la escuela cuando la obra de la reconstrucción acaparó todos los espacios.

"De 8 a 12 dábamos clases en el restaurante, después debíamos dejar el lugar para el almuerzo de los huéspedes", relata risueña.

De las 17 escuelas rurales de Santa Cruz, las de la zona sur inician el ciclo lectivo el 1° de febrero para ganarle días al invierno patagónico. "Aún estamos en el período de diagnóstico y fortaleciendo los contenidos del año pasado", relata Claudia, quien con preocupación espera que dos hermanitas que viven en un paraje alejado lleguen a la escuela. Les envió mensajes a través del servicio "mensajes del hombre de campo", por ahora es el único modo que tiene de comunicarse con el mundo, aunque este año se podría concretar la comunicación para las escuelas rurales de Santa Cruz.

El miércoles, destinado a la doble escolaridad, los chicos llegan con sus viandas para compartir el almuerzo. Ella enseña todas las materias y también, junto a docentes de tres escuelas rurales más, tuvo que adaptarse para incorporar la educación inicial. "Los chiquitos de 5 ya no querían quedarse en su casa y querían venir a la escuela", cuenta.

De los 1100 alumnos que hoy están distribuidos en las escuelas rurales de Santa Cruz, cuatro empuñan sus lápices todos los días en la escuelita de Bella Vista, que guarda la arquitectura de las casas de campo patagónica con techo a dos aguas y paredes de chapa.

Ayer la hermanitas Barría de 11 y 8 años faltaron a clases, estaban Daniela, de 8, que quiere ser doctora, y Mirko, de 9, hijo de la maestra, que ya decidió su futuro de gendarme.

www.lanacion.com.ar 01/03/11