Todos los días Andrea viaja más de 70 kilómetros y atraviesa la Cordillera para dar clase en Tierra del Fuego. María Ivone hace lo propio, pero en la otra punta del país, en Jujuy. Ambas son directoras de escuelas que se encuentran en sitios remotos, aisladas de todo, y asumen el desafío de enseñar a pesar de las dificultades.
La ruralidad de una escuela se determina cuando se encuentra en una localidad de hasta 2000 habitantes. Según el Ministerio de Educación de la Nación, la educación rural reúne cerca de 39% de las escuelas en el nivel nacional, pero sólo representan el 10% de la matrícula total del país (excluyendo el nivel superior no universitario).
Estas escuelas tienen una serie de características y problemáticas que les son propias: mayor incidencia de la pobreza, alta proporción de población no escolarizada, menor tradición escolar y falta de infraestructura. Pero también hay que sumar las limitaciones que impone la dispersión poblacional.
Mirando el vaso medio lleno, lo cierto es que este tipo de educación también es más personalizada y ofrece satisfacciones para los maestros. "Los chicos son más sanos de mente, están ávidos por aprender, les gusta ir a la escuela", afirma María Ivone, como una de las principales diferencias que ella encontró este año al llegar a la Escuela N° 53 Dr. Marcelino Vargas, de La Ciénaga, Jujuy. También destaca la gran valoración que tienen por los docentes. "Un maestro se siente con muchas más ganas de enseñar", sostiene.
Todos los días viaja durante una hora en colectivo, unos 80 kilómetros desde la capital provincial, y luego toma un remise junto a los otros maestros de la zona para llegar. Allí, ella no sólo tiene la responsabilidad de llevar adelante la escuela, a la que asisten 22 chicos, sino que además es la maestra de 5°, 6° y 7° grado.
Lleva 24 años en la docencia y se presentó a un concurso de antecedentes para ocupar el cargo de directora. Quizá su motivación sea familiar -"mis padres eran directores de una escuela rural", recuerda-, pero lo cierto es que su pasión se reconoce en el entusiasmo que transmite su voz al hablar de la escuela y sus chicos, que vienen de las localidades cercanas, como El Patacal, Chalala y otros pueblos de Purmamarca.
Allí está acompañada por dos maestras más, Juana Lance, que tiene a su cargo de 1° a 4° grado, y María Ester Cari, que enseña a todos actividades prácticas. El equipo se completa con una portera, una cocinera y un ayudante, con quienes sirven a los chicos el desayuno y el almuerzo.
Si bien en la escuela todavía hay muchas cosas por hacer, María Ivone destaca: "El edificio está en buenas condiciones y los chicos, bien alimentados", dos aspectos primordiales a la hora de enseñar, aunque como la escuela es sólo primaria, trabajan fuerte en la motivación para que sigan estudiando en el secundario del pueblo.
Escuela y trabajo rural
Humberto Hubner dirige la Escuela N° 386 de Barra Grande, Misiones, a la que asisten 75 chicos desde el nivel inicial hasta 2° año del secundario en jornada simple. Allí, la escuela primaria se cubre con tres maestros, y la educación secundaria, que cursan ocho alumnos, está a cargo de ocho profesores itinerantes que visitan el lugar cada 15 días.
Más allá de las actividades curriculares y el comedor, también tienen a su cargo varios talleres artesanales. "Los varones tienen carpintería, este año hacemos palos de amasar con el torno, y las mujeres confeccionan alfombras", explica.
Como se trata de una zona tabacalera, los niños casi siempre ayudan en sus casas desde pequeños en la recolección de las hojas de tabaco en contraturno de la escuela. Por eso, desde hace dos años también incentivan la apicultura, con información y cultivos, ya que no se necesitan grandes extensiones para poder realizar esta actividad, que puede ser rentable.
Pero, además, desde hace un tiempo la escuela cuenta con un anexo a 40 kilómetros donde asisten otros 32 chicos. Allí sólo hay un maestro que por la mañana dicta los contenidos de 4°, 5° y 6° grado y por la tarde los de 1° a 3°. Todo es más reducido y complejo porque el acceso es difícil y no cuentan con luz eléctrica.
En la Antártida
La Base Esperanza es la única de la Antártida Argentina donde viven familias. Por eso, en 1982 se inauguro allí la Escuela N° 38 Presidente Julio Argentino Roca, que este año dirige María Elisa Lucero junto con su esposo, Sergio Brizuela, y a la que asisten 15 niños desde 2 años hasta 18.
Ellos son oriundos de Milagro, pueblo de La Rioja, pero hace 18 años viven en Río Grande, Tierra del Fuego, donde nacieron sus tres hijos: Mariana (13), Javier (12) y Ailin (10). Este año se fueron más al Sur: "Llegamos a este hermoso lugar el 22 de febrero de este año porque creemos que la soberanía se construye entre todos y fundamentalmente desde la educación que uno recibe", afirma María Elisa.
La escuela es una de las instalaciones más nuevas de la base, ya que en 2007 se incendió y el año pasado se terminó el nuevo edificio, y es de jornada completa. Los más chiquitos asisten a la guardería y a jardín, a cargo de Marina, maestra jardinera y esposa de un capitán del Ejército. Además, cinco chicos cursan EGB 1 y 2 con la directora y Sergio, y otros siete de 12, 13, 14, 16 y 17 años cursan a distancia con una tutora.
Los alumnos son los hijos de los militares que hacen la permanencia en la Base este año, y los tres hijos de María Elisa y Sergio. "Son todos muy unidos, solidarios, comparten y se ayudan entre ellos, dado que estamos todos en el mismo espacio", dice la directora, y destaca que a pesar del poco tiempo que llevan en la Base los chicos se han adaptado plenamente.
La integración, tanto allí como con el mundo, es uno de los pilares de la escuela. Por eso, cuentan con clases de informática e Internet.
También en el Sur, todas las mañanas Andrea sale con su hijo desde Ushuaia hacia la Escuela N° 36 Provincia de Entre Ríos, de Lago Escondido, en el kilometro 3000 de la ruta nacional 3. El paraje creció alrededor del aserradero de los Hermanos Bronzovich, que donaron hace 39 años el edificio donde hoy funciona el establecimiento.
Allí, desde siempre, asistieron tanto los hijos de los operarios como los de los directivos y hoy suman más de 50 alumnos. "Cursamos todos en salas múltiples, con plurigrado, característica de la educación rural", explica Andrea Berenguer, directora desde 1999 que vivió ocho años allí hasta que sus hijos comenzaron la secundaria y volvió a Ushuaia.
Justamente para evitar esa migración, este año comienzan allí con la secundaria completa. "Muchos chicos se van porque dejan, ya que acá no había escuela secundaria, o se ponen a trabajar y dejan de estudiar. La idea es que se despeguen más grandes de los padres y sigan estudiando", afirma.
Otro orgullo de la escuela es su biblioteca, -"Una de las más completas de la provincia", afirma orgullosa-, y ahora sumaron Internet. "Con las computadoras que nos donaron y un subsidio de una legisladora, distribuimos un equipo por aula con Internet para que los chicos puedan acceder a la información. Y como son pocos se pueden aprovechar mucho."
Más allá de las limitaciones y adversidades, que suelen ser muchas, lo cierto es que todos los días en cada rincón del país hay un maestro tratando de mostrarles a sus pocos alumnos que pueden tener un destino mejor que el de sus padres. Y si tan solo uno de esos chicos lo logra, la tarea habrá valido la pena.
LAS ONG SALEN AL RESCATE
Hay muchas organizaciones sociales que ayudan a las escuelas rurales del país.
La Asociación de Padrinos de Escuelas Rurales (Apaer), por ejemplo, trabaja con más de 4000 establecimientos para cubrir las necesidades primarias, desde alimentos, útiles y ropa hasta ampliaciones y refacciones. Este año, por ejemplo, donaron una mochila con útiles nuevos para cada alumno de la Escuela N° 386 y su anexo en Misiones.
También la Fundación Ruta 40 ayuda a escuelas rurales de todo el país y, entre otras acciones, donó cuatro computadoras para la Escuela N° 53 de La Ciénaga, Jujuy.
Por otro lado, la Red de Comunidades Rurales pondrá en marcha junto a Cippec la Encuesta sobre Educación y Desarrollo Comunitario 2011, replicando la que ya realizaron en 2008, para hacer un diagnóstico de la situación educativa en el ámbito rural.
RADIO COMUNITARIA
En Goya, Corrientes, funciona desde hace 10 años Ñande Rekó, una radio comunitaria llevada adelante por cuatro Escuelas de la Familia Agrícola (EFA): Anahí, del paraje Casualidad; Coembotá, del paraje Maruchas; Jahá Katú, del paraje Tres Bocas, y Santa Lucía, en el paraje La Bolsa.
"Nació en cada escuela como un taller de radio abierta, apoyado por profesores del área comunicacional", explica José Manuel González, profesor y responsable del proyecto en la EFA Anahí.
Lo que comenzó como una estrategia pedagógica se reforzó con la construcción de un espacio propio de los chicos donde pueden transmitir su identidad y expresar sus historias, su música y sus proyectos.
Al comienzo se juntaron las escuelas y cada una hacía un programa que salía los jueves, a la tarde, pero había que trasladarse desde el campo hasta Goya . En 2001 presentaron el proyecto de un estudio móvil en un concurso de la Fundación YPF y lo ganaron."Desde entonces estamos en el aire con un programa de radio que sale en vivo desde nuestras escuelas", agrega González.
COMO COLABORAR
Red de Comunidades Rurales
Apaer
Fundación Ruta 40
Cippec
Apefa
www.lanacion.com.ar 02/04/11