Imprimir

Así lo afirma Aída Vescovo de Endl, directora general del Colegio Buen Consejo, que a partir de un proyecto integrador educa para la vida a chicos de bajos recursos de la zona de Barracas

"Nuestro ideal es ambicioso: queremos formar a las alumnas integralmente para que puedan desarrollarse en la vida, sorteando obstáculos y buscando la felicidad. Puesto en palabras parece una tarea fácil, pero se necesita de mucho esfuerzo, compromiso diario y trabajo mancomunado para lograrlo."

Aída Vescovo de Endl, directora general del Colegio Buen Consejo, resume en estas líneas el gran desafío de un proyecto integrador que brinda educación, valores humanos y contención a niñas en situación de pobreza.

Se trata de un colegio en Barracas que, en los niveles de jardín de infantes, primario y secundario, busca promover la inclusión educativa y social con una formación que tiene como base la igualdad de oportunidades y el desarrollo de la autoestima.

Más de la mitad de las alumnas -en total asisten unas 600- son residentes de la villa 21-24, que se caracteriza por la falta de recursos básicos, el hacinamiento y la contaminación ambiental por su cercanía con el Riachuelo.

"Es un gran desafío, pero queremos lograr que las distintas realidades puedan convivir de forma armoniosa. Todos somos importantes porque fuimos creados por Dios, y cada uno tiene sus talentos; sólo hay que descubrirlos", asegura la directora.

En este contexto, la institución desarrolla actividades que van más allá de los números y las letras. En doble jornada, las alumnas reciben una educación humana y académica, que les proporciona las herramientas necesarias para pensar con confianza en el futuro.

"Todos los que trabajamos acá tenemos puesta la camiseta del colegio y apuntamos a una misma misión: hacer las cosas ordinarias de una manera extraordinaria. Eso se traduce en el diálogo, en luchar día a día, aprendiendo de los errores y valorando a la persona por su dignidad. Muchas veces hay que remar contra la corriente o empezar de nuevo, pero teniendo una visión común todo es posible. Yo no creo en los aportes de una sola persona. Todos tienen algo para dar y, de esa manera, se logran buenos resultados. Esas son las pinceladas que lo hacen distinto", se emociona Aída.

Así, además de promover la permanencia de chicas de bajos recursos en el sistema educativo ayudan a descubrir talentos con actividades adicionales que, según la directora, elevan sus capacidades: "Nos dimos cuenta de que destacándose en coro, comedia musical o deportes, las chicas mejoraban en las áreas intelectuales, como lengua o matemática. Entendemos que existen inteligencias múltiples y a nuestras alumnas estos talleres les levantan la autoestima".

Por los otros, también

Si bien muchas viven en situación de pobreza extrema se organizan viajes de estudio con fines solidarios. "Las chicas sobrellevan muy bien sus problemas. Y estos proyectos les permiten abrir la cabeza, entender que hay otras realidades y que no son las únicas que sufren", explica Aída.

Durante todo el año, el colegio recibe ropa, juguetes, elementos de higiene y demás donaciones que realizan las alumnas para escuelas de bajos recursos del país. Tandil fue el último destino visitado: "Ellas comparten el día entero con los chicos, organizan juegos y les llevan las cosas que recolectaron, y la verdad es que se sienten muy bien haciendo ese trabajo".

Por su parte, según datos suministrados por la escuela, ellos también reciben aportes: "El 66% de los requerimientos de fondos procede de una subvención del GCBA, el 12% es aportado por las familias de las alumnas y el 22% restante proviene de la contribución de empresas y particulares que apoyan el proyecto, conscientes de la necesidad de incluir los sectores menos favorecidos de la comunidad".

Asimismo, distintos profesionales se acercan voluntariamente para tender una mano y colaborar con el equipo de orientación escolar, un grupo de psicólogos y psicopedagogos que, además de relacionarse con las alumnas, brinda charlas para padres y tutores sobre autoestima, violencia y relación padre e hijo, entre otros temas.

"Trabajamos mucho con los papás -cuenta Aída-. Lo primero que les decimos cuando vienen a inscribir a sus hijas es que la escuela no es un depósito y ellos tienen que estar cerca. Por suerte, los padres suelen acudir a la escuela cuando tienen una situación de crisis en sus casas. La problemática más habitual es la violencia familiar, pero no es por mala voluntad, sino porque como cualquiera de nosotros, estos padres repiten historias."

Y el Colegio Buen Consejo quiere cambiar esas historias. Sin borrar el pasado trabaja por un futuro prometedor. "Tantas veces se cargan las tintas sobre los adolescentes, pero debemos preguntarnos qué hicimos los adultos. Los chicos son como esponjas que van asimilando todo lo que sucede a su alrededor. Necesitan modelos de verdad para que puedan transitar el camino de la vida y llegar a la felicidad. Siempre va a haber obstáculos, pero lo importante es poder levantarse, comenzar de nuevo y aprender de los errores. Cuando las cosas se hacen bien, la docencia es una labor que tiene dimensiones impensables", concluye Aída.

Este año inauguraron la primera clase para varones de primer grado. Ahora necesitan un nuevo predio para completar las sedes de primaria y secundaria.

El fin siempre es el mismo.

www.lanacion.com.ar 02/07/11